La fuerza de uno
La Organización Mundial de la Salud estima que un 1% de la población tiene discapacidad intelectual, de modo que en Euskadi los afectados pueden sumar 21.000. Así lo asegura la Federación Vasca de Asociaciones a favor de las personas con Deficiencia (FEVAS). Las alternativas de que dispone ese colectivo son amplias y varían según las necesidades de cada caso: residencias, centros de día, estancias temporales Sin embargo, las personas más autónomas pueden probar a emanciparse dentro de unos límites.
Cerca de 600 discapacitados vascos se han lanzado a esa aventura e intentan valerse por sí mismos, bien en una vivienda compartida con otros compañeros o bien solos en un piso, bajo la supervisión de un monitor. Su meta: llevar una vida de lo más normal, como el resto de la gente.
AMAIA FALCÓN (BILBAO)
«No podría vivir de otra forma»
Amaia Falcón, bilbaína de 46 años, entra a trabajar todos los días a las ocho y cuarto de la mañana en el centro especial de empleo que Lantegi Batuak tiene en el barrio de Otxarkoaga. Llega siempre con puntualidad desde hace más de diez años. «Hago cosas de electricidad», explica. Amaia es discapacitada intelectual y ha residido «toda la vida» en Otxarkoaga con su padre y sus tres hermanas, pero al fallecer su progenitor, hace ahora una década, hubo que afrontar la gran cuestión pendiente: «¿Qué hacemos con Amaia?». Pero ella ya había dado con la solución. «Yo quería seguir en mi casa, me gusta ser independiente», aclara. Así que sus hermanas, asesoradas por con la asociación Gorabide, estudiaron las posibilidades y decidieron que lo más correcto era que Amaia heredase el domicilio familia y se quedase a vivir sola con el apoyo de una monitora dos veces por semana.
Amaia es feliz; prueba de ello es que contagia una de esas sonrisas permanentes. A las cinco y media de la tarde sale de trabajar, y ella sola hace la compra, la comida y todas las tareas domésticas. «No me gusta mucho cocinar, pero algo hago», reconoce. Muchas veces prepara cena para dos. Y es que su novio, Damián, al que conoció en el taller, la acompaña en ocasiones. Amaia no sabe leer ni escribir, y su mayor dificultad reside en los números. «Tiene problemas a la hora de contar o, por ejemplo, para marcar el teléfono», explica José Félix, coordinador de Gorabide. En casos de emergencia, dispone del sistema de telealarma.
Jessica, la monitora, vigila que todo vaya bien. «Hacemos una limpieza de la casa más a fondo, elaboramos la lista gorda de la compra y miramos cómo va el tema del dinero. Si hay que ir al cajero, la acompaño, porque ella no se aclara muy bien con lo de meter la clave», explica. La cartilla de ahorro la gestionan sus hermanas, mientras que ella hace frente a sus gastos diarios con otra libreta diferente. Amaia gana 490 euros al mes trabajando para Lantegi Batuak.
Uno de los apoyos más importantes que recibe esta bilbaína es el de los vecinos. La conocen desde que nació y no dudan en facilitarle las cosas. No hay ningún problema en que Amaia, debido a su situación, no asuma nunca la presidencia de la comunidad, y en la tienda siempre le guardan el pan que le gusta. La propietaria del establecimiento la conoce también desde que era pequeña. A Amaia le encantan los puzles y hacer punto. De hecho, más de una vecina le ha preguntado que para cuándo su bufanda.
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