Desde Otxar (11)
Por fin sola. Por fin tranquila. Por fin sin ninguna obligación. He conseguido apalabrar con un editor independiente de Internet una pequeña columna periódica. Ésta. A mí me basta. No me pagan, pero eso es lo de menos. ¿Qué de qué vivo? Está bien que se me haga esta pregunta ahora, me tranquiliza dejarlo todo claro desde el principio.
¿De qué vivo? ¿Qué hago? ¿Sigo con el hombre? ¿Qué pasa con mi niña oscura? ¿El admirador catódico me abdujo? ¿Prosigo con mis inventos? ¿Publicaré el resultado de mis escuchas? ¿Y por qué sí? ¿Y por qué no?
De acuerdo, hay muchas preguntas. Pero respuestas, tan solo una: no pienso contar nada de mi vida privada. De momento. Porque no.
Estoy aquí para comentar lo que se me ocurra acerca de lo que se me ocurra. Y, casualidad de casualidades, abro el periódico por la página plín y me encuentro con la siguiente noticia:
El hombre se hizo agricultor para beber cerveza y embriagarse.
(El Correo, miércoles 10 de septiembre de 2008)
¿Bonita noticia, verdad? Pero, antes de proseguir, ya empiezo a detectar las primeras críticas. Y como detectando soy bastante buena, las voy a ordenar y responder ordenadamente:
1. Se supone que debería hablar de Otxarkoaga. Respuesta: pues no. Respuesta ampliada: Otxarkoaga no se acaba en Otxarkoaga. La gente que vive en Otxarkoaga tiene sus opiniones, que por supuesto no se circunscriben al barrio. La mente colectiva de Otxarkoaga (entidad brutalmente heterogénea) se expande por el mundo entero, interesándose por todo lo habido y por haber. A saber, y quizás en buen orden: fútbol, sexo, coches, tele, chuches, pollo asado, política, chunta, obras en semiconstrucción, flamenquito, etcétera (he omitido la salud, el dinero y el amor por demasiado obvios). El punto de vista de Otxarkoaga es particular, como el patio de mi casa, y es este punto de vista el que aquí se expondrá. Más Otxarkoaga, imposible. Y, por cierto, dejemos de llamar Otxarkoaga a Otxarkoaga, más que nada porque queda muy largo. Ya sé que los nativos le llaman Otxar. Yo, por hacerme la original, le llamaré Otx (pronúnciese “och” u “o, té, equis”, a voluntad). Además, ¿alguien se ha dado cuenta de que esto se titula “Desde Otxar…” y no “Acerca de Otxar…”? Pues por eso.
2. Se supone que debería hablar BIEN de Otx. Respuesta: léase el punto anterior. Respuesta ampliada: yo siempre hablo bien.
3. ¿De qué vivo? ¿Qué hago? ¿Sigo con el hombre…? Respuesta: me remito al párrafo tercero.
4. ¿Qué nos importa lo que cuente una braulia marujona? Respuesta: tu p. m. Respuesta ampliada: quítate la boina, suénate los mocos y no tomes tantos cubatas, que es malo para la salud.
5. ¿Y te pagan por decir estas tonterías? Respuesta: no, ya lo he comentado antes. Respuesta ampliada: pero como sigas haciendo preguntas morbosillas esto se va a llenar de gente amarilla y viciosa y me voy a acabar forrando, porque Internet y la vida son así.
Y, una vez aclaradas dudas y conciencias, me dispongo a comentar la noticia antedicha, a saber, que el hombre (no me refiero únicamente al mío, no, sino al hombre en general, esa especie de cosa peluda y primitiva) se dedicó a labrar la huerta en cuanto descubrió los efectos embriagadores de la cebada. Esta es una información que me sorprende justo en la medida en que pueda sorprender a alguien. ¿Acaso queda alguien sin saber que el hombre se mueve básicamente por instintos? Desarrollemos el ejemplo.
Se supone que, antes de convertirse en agricultor, el hombre era lo que se dice un cazador-recolector, o sea que se dedicaba a matar bichos y a comer las plantas que a su paso iban surgiendo. Si no se moría, repetía. Antes de esto se dice que el hombre andaba saltando por los árboles. Hay cierta controversia acerca de las razones que lo impulsaron a bajarse al suelo. Yo diría que por incomodidad, pero no soy especialista. Aunque diré hay que ser tonto como un mono para comer, dormir, copular… de rama en rama. En fin, la cosa es que se cayó al suelo y tuvo que ponerse de pie para ver algo. El resto ya es historia.
Y la historia dice que se dedicó a cazar y a comer hierbitas, frutitas y semillitas. No tenía problemas intestinales. Bebía agua. Se tapaba con pieles. Supongo que con pieles de ratones, porque a los animales grandes cualquiera se les acerca desnudo. De lo que estoy segura es de que el agua le parecía increíblemente sosa e inadecuada para acompañar los jugosos y cruditos solomillos que trincaba de vez en cuando.
El hombre necesita estar excitado. Y si no está excitado busca por todos los medios estar excitado. Esto es un hecho y a los hechos me remito. Conque empezó a mezclar el agua con cualquier cosa: barro, piedrecillas, tallos, hierbajos… consiguiendo excelentes vaciadas de intestinos. Después siguió mezclando, porque el hombre, en lo referente a sus instintos, tropelías y excitaciones, no se otorga descanso. Continuó sus experimentos con vísceras, cañas, gajos, mugrones, dedos… comenzando así a conseguirse los primeros resultados.
Primer logro: el postre. Mezclando cereal con brotes azucarados se inventaron los pasteles. Eran asquerosos, malolientes, blandos y purulentos, pero daban subidón, que es de lo que se trataba.
Segundo logro: la copita. ¡Esto es fundamental! ¡Qué sería de un postre sin copita! O sea que se pusieron a investigar mucho más duramente en las mezcolanzas acuosas hasta dar con alguna virguería borrachuza. ¡Qué increíble placer cuando lo consiguieron! En poco tiempo inventaron la fermentación, la aromatización y toda la pesca. Pero hubo que parar de correr, porque estos procesos llevan su tiempo (las amasadas de cebada poco cocidas tenían que reposar en agua).
– Tonto, deja de correr
– Tonto, ¿y qué comemos hoy?
– Tonto, coge bichos de repuesto
– Tonto, ¿y tú qué vas a hacer?
– Tonto, plantar cebada
– Tonto, ¿plantar? ¿qué es eso?
– Tonto, se me acaba de ocurrir
– Tonto, qué buena idea
Y así se inventó la cerveza y, de paso, se quedó el hombre quieto parado de una maldita vez, que la mujer ya estaba hasta el poño. De todos modos ahora le tocaba trabajar a ella porque eso de plantar era poco varonil. También le siguió tocando el cuidado de los tontitos, hacer la comida y limpiar la cueva. Mientras tanto el hombre se emborrachaba sin tasa ni medida, que es como le gusta al hombre hacer las cosas.
O sea que esto fue lo que pasó. Lo he explicado con detalle por si alguien no lo había entendido bien con el simple titular de la noticia. De todos modos siempre me extraña que la gente no sepa estas cosas. Será que no tienen estudios como yo, que soy química microcelular e inventora.
Y para demostrar esto último, me voy a inventar una etimología para la palabra cerveza: viene de Ceres, diosa latina de la tierra, que viene de cereal, que designa lo perteneciente a la diosa Ceres. Asombroso.
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