Un parque temático recuperará el ‘Cinturón de Hierro’
El Cinturón de Hierro, la obra de ingeniería bélica de mayores dimensiones en la historia de Euskadi, empieza a prepararse para pasarse al bando civil. La barrera defensiva diseñada hace 70 años para frenar el avance de las tropas franquistas transforma su misión militar como abanderado del turismo de vanguardia.
. El Cinturón de Hierro se postula como motor económico de la comarca apoyado en el interés de la contienda estatal que sigue de plena actualidad a pesar del transcurso de los años. A este respeto, Jata-Ondo toma como modelo los vestigios de la segunda guerra mundial en Francia y Alemania tomados por pacíficos ejércitos de turistas, como Normandia o los campos de concentración.
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Para ello, ha encargado a la consultora turística Itxaslehor y a la empresa arquitectónica Egizu un ambicioso estudio que contempla un parque temático de la Guerra Civil en las inmediaciones del campo de golf de Artxanda y del vivero en el monte Ganguren. El anteproyecto compleja una inversión de 17,1 millones de euros para alcanzar una afluencia anual de 35.000 visitantes al museo.
De igual modo, el estudio plantea aprovechar el entorno natural como un gran parque al aire libre con itinerarios de senderismo o bicicleta, así como zonas de juegos infantiles. En este caso, estima que los recorridos exteriores podrían ser utilizados por otras 50.000 personas. Para facilitar este flujo, contempla un nuevo acceso desde la carretera que comunica Artxanda con Galdakao así como un aparcamiento para 404 turismos.
El centro de interpretación es el epicentro de un proyecto que trata de limar las aristas de la siempre polémica Guerra Civil con un enfoque de ocio. En cualquier caso, no se descarta promover valores como la democracia y la libertad como consecuencia de lo acontecido.
Para ello, se apoya en dos tramos de trinchera de 475 metros que serán acondicionados para recrear las penalidades sufridas por los combatientes. Con este fin, el proyecto apuesta por efectos especiales de luces y sonidos y hasta de humedades para transmitir las condiciones de batalla del frente como sus temblores de tierra por el fuego de artillería o el frío. El trayecto hacia el pasado se inicia en el museo, que se proyecta con vocación emblemática.
Así, el anteproyecto presenta un edificio de diseño singular con una fachada de acero corten inspirada en la figura de un carro de combate. Su construcción supondrá una inversión de 6,1 millones de euros e incluye una superficie de 2.651 metros cuadrados repartidos en dos plantas.
La mayor parte de su espacio -1.808 metros cuadrados- se destina a la zona de exposición, que incluye 12 salas antes de llegar a la entrada de las trincheras. Por otro lado, el edificio refuerza su contenido empresarial con tres salas multiusos para conferencias y pequeños congresos rematadas con una terraza descubierta de 762 metros cuadrados. Por último, propone acoger la sede central de las oficinas de información turística de los tres herrialdes.
El museo se complementa con una oferta de hostelería para aprovechar las vistas privilegiadas hacia el mar y el monte Urkiola. Así, aprovecha un alto del terreno para habilitar un espectacular restaurante semisoterrado que hace las funciones de mirador con una fachada semicircular acristalada.
La última defensa de la democracia
El ‘Cinturón de Hierro’ fue el recurso colectivo a la última esperanza para preservar la democracia frente al avance de las tropas franquistas. El fatal destino quedó sellado por una cadena de infortunios, traiciones incluidas, que restó al complejo cualquier efecto talismán como barrera inexpugnable. Su construcción fue una de las primeras decisiones del Lehendakari José Antonio Agirre en 1936 para blindar los centros neurálgicos de Bizkaia que incluía además de Bilbao la industria de Ezkerraldea o el aeródromo de Sondika. Para ello, se inspiraba en las barreras defensivas levantadas en la Primera Guerra Mundial, como la línea Maginot sin saber que el desarrollo de la guerra moderna le privaba de eficacia. Así, el empleo de fuerzas aéreas y de carros de combate dejaba sin efecto una línea estática propia de la guerra de trincheras del pasado. El Bilbao Metropolitano debía quedar sellado desde el Cabo Villano hasta Muskiz, aunque el perímetro defensivo nunca estuvo terminado. La deserción del capitán de ingeniería Alejandro Goicoechea, que entregó los planos al enemigo, supuso la sentencia de muerte al infortunado ‘Cinturón de Hierro’. >
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