Bilbao recupera en tres años 210.000 metros cuadrados para zonas de ocio
«Al final, la ciudadanía nos ha dado la pista». Bilbao trabaja para que sus parques, calles y plazas sean «el salón de la vida pública». Ledesma ha sido la última ‘sala’ en presentar su nueva decoración. Luce adoquines, bancos y adornos florales. El asfalto ha quedado atrás. El alcalde, Iñaki Azkuna, aseguró el viernes, con motivo de la apertura del tramo peatonal entre la calle Astarloa y Alameda de Urquijo, que el Ayuntamiento continuará por el camino de «seguir ganando espacio para el bilbaíno de a pie, que tiene más derecho que nadie a andar tranquilo».
En los tres últimos años, la ciudad ha recuperado «con creces» más de 210.000 metros cuadrados de terreno para ocio y disfrute de sus habitantes con una inversión superior a los cincuenta millones de euros. Ejemplos: la plaza de Zabalburu, donde los vehículos han ‘perdido’ 3.000 metros cuadrados, Ibarrekolanda, con 10.000 metros cuadrados de nuevas zonas de disfrute, o los 135.000 metros cuadrados de parque que se ganarán entre los barrios de Rekalde y Peñascal o en la Plaza Kepa Enbeitia en Otxarkoaga, donde el Ayuntamiento ha multiplicado sus usos con juegos Son un botón de muestra.
Administrar la ciudad en clave de empresa privada «y tener claro a qué cliente te diriges» son las claves que en los últimos años impulsan la política del Ayuntamiento en su empeño por recuperar espacios «vivos y sanos». «Cuando diseñas la ciudad te enfrentas a un cliente concreto, a un espectro de población de diferente edad, necesidades, poder adquisitivo y situaciones. Incluso, la misma orografía de la ciudad, de tamaño muy controlable, es ya determinante a la hora de planificar. Sabes lo que tienes y ello te obliga a a cruzar todos los datos para conocer al cliente», reconoce José Luis Sabas, concejal del área de Obras y Servicios. Fran Víñez, subdirector del área de Desarrollo de Ciudadano, destaca, por su parte, que el «saldo positivo» de espacios públicos es también consecuencia de la línea de participación ciudadana abierta por el Ayuntamiento hace un lustro y de la construcción de aparcamientos subterráneos de residentes «que nos ha permitido realzar los espacios de que disponíamos».
«Más humano»
El diseño que se estaba llevando a cabo, desde un rigor técnico que para ingenieros y arquitectos era el ‘buen hacer’, ha dado paso a un municipio, como destaca Azkuna, «más humano». El perfil del usuario potencial de estas zonas ha cambiado. «Antes se pensaba en un ciudadano de 40 0 45 años, sin problemas de incapacidad o movilidad, y ahora nos planteamos una ciudad más diversa y muy heterogénea. Tenemos que adaptar el diseño de plazas y calles a la realidad de la población», añade Sabas.
El Ayuntamiento parte de la premisa de que el 60% de la población es gente mayor «que vive en su barrio» y los jóvenes que trabajan fuera de la ciudad disponen de poco tiempo para estar, jugar o pasear con sus hijos. «Son niños que, si no tienen un parque, una plaza o juegos infantiles cerca, crecen dentro de casa hasta que llega el fin de semana. Y si, además, no disponen de espacios cercanos esos días salen de Bilbao». Esta circunstancia, genera, en opinión del técnico, «una ciudad débil, con barrios dormitorios».
Gastos de mantenimiento
El área de Obras y Servicios se planteó hace unos años realizar una «reflexión filosófico-metafísica», asegura Víñez, sobre la realidad urbana. Y lo hizo. «Comenzamos a buscar puentes que nos permitieran diseñar teniendo en cuenta todos los perfiles: mayores, niños, padres, discapacitados, ciudadano tipo…».
En una experiencia pionera, un grupo de mujeres visitó de día y de noche la ciudad y expuso a los arquitectos y a los gestores municipales sus impresiones. «De ahí surgió una especie de decálogo con aspectos que ya conocíamos y otros novedosos que nos hicieron plantearnos la necesidad de contar con módulos de transporte público cerca, árboles o juegos infantiles», explica Sabas. «En definitiva, se optó por crear un corazón en cada barrio», añade.
En el marco de esta política, y junto al área de Circulación y Transportes y el plan municipal de movilidad, se estudió también qué calles o plazas de Bilbao podían hacerse peatonales. «Los vecinos, en un principio, se mostraron reacios por los aparcamientos. Pero ha resultado un éxito. En Ledesma, por ejemplo, todos, residentes y comerciantes, se pusieron de acuerdo. Han salido ganando -aseguran desde el departamento-. En su opinión, «se trata de un instrumento que aporta riqueza a la ciudad y da la oportunidad a la gente de disfrutar de espacios que antes estaban ocupados por coches». Este tipo de iniciativas permite, además, que personas en sillas de ruedas o con problemas de movilidad puedan salir a la calle o sentarse, «más allá del mero disfrute. Donde vemos una esquinita y podemos, colocamos un banco», añaden los técnicos. Todas estas medidas están repercutiendo, en su opinión, en que la calidad de vida en Bilbao «sea alta». Y es que levantar la persiana de la ciudad cuesta anualmente 100 millones de euros, lo que cuesta la limpieza y conservación de los espacios públicos. El Ayuntamiento insiste que continuará en esta línea, así que la factura seguirá aumentando. «Tenemos claro que hay que ir a por todas. El objetivo es hacer vida en y para Bilbao».
Hablando de parques, me parece mal que entre los últimos edificios de Otxarkoaga y la variante se vaya a crear un parque. Es el último solar libre que le queda al barrio, un lugar que se podría emplear para atraer actividad económica y comercial al barrio (y además abrir un parque).
Por ejemplo, un edificio municipal de oficinas en alquiler para jóvenes empresarios con un pequeño equipamiento comercial y hostelero.