NOTICIA EN EL CORREO ««Esto de los autobuses es ya una vergüenza»
¿Recuerdan ‘El día de la marmota’? Los usuarios de Bilbobus sí. Cuando ayer llegaron a su parada tuvieron la sensación de haber vivido ese momento antes. En concreto, el pasado martes. Aunque también conservan recuerdos similares del mes de diciembre y del verano pasado en su conjunto, por no remontarse más. Esperas de hasta una hora y apreturas durante todo el trayecto, en caso de conseguir subirse a algún autobús de los servicios mínimos, ya que la mayoría termina retirándose de la pelea para tomar cualquier otro medio de transporte o ejercitar las piernas.
Las cifras hablan. En la última jornada de huelga, sólo 45.000 personas tomaron un ‘bilbobus’, cuando el transporte municipal ronda los 95.000 viajeros diarios. Ayer, se consumó la nueva convocatoria del comité de empresa de Veolia -concesionaria del servicio de Bilbobus-, pese a los intentos de última hora que el jueves forzaron las dos partes en liza: sindicatos y compañía. Durante más de ocho horas, dieron vueltas al conflicto que tienen sobre la mesa y, «aunque se acercaron posturas, la posible firma del acuerdo se aplazó hasta el próximo lunes».
Es la versión que ambas partes manifestaron ayer. Por tanto, más de un centenar de autobuses volvieron a quedarse a cubierto en las cocheras y, en base al balance del pasado martes, alrededor de 45.000 viajeros tuvieron que armarse de paciencia y apiñarse en los 40 vehículos designados para cubrir los servicios mínimos del 30%. Esta vez no se produjo ningún sabotaje y se cumplieron todas las circulaciones obligatorias.
Como el trastorno es evidente, tanto la empresa como las centrales sindicales repitieron sus disculpas a los usuarios. La ciudadanía, por su parte, empieza a adoptar una postura cada vez más irónica ante un conflicto laboral que ya «cansa». En las marquesinas se palpa hasta cierta guasa. Claro que las obligaciones de cada uno provocan que del chiste a la furia haya un pequeñísimo paso, que se da frecuentemente. EL CORREO se dispuso ayer a realizar un trayecto sencillo en Bilbobus para medir el desarrollo de la huelga.
La prueba del algodón
Intentamos ir del Casco Viejo a San Adrián, un recorrido poco problemático de partida, dado que al menos tres líneas de la flota roja enlazan el centro de la villa con este barrio alto. Son las doce menos cuarto y, ya que estamos en las Siete Calles, la elección lógica es acercarse a la parada de La Ribera y tomar el 75. Esta marquesina carece de panel de información de paso de autobuses, así que la única orientación la ofrecen los carteles de servicios mínimos colgados en la terminal.
Hay en torno a 40 personas, a cual más cargada con compras, aguardando la llegada de algún autobús. Flota un clima de camaradería entre desconocidos que denota una larga espera. Nos acercamos al cartel de servicios mínimos para hacer un cálculo y enseguida hay reacciones. «Ni lo mires. Según eso, tendría que haber pasado uno hace 5 minutos. Deben de ponerlos para que nos limpiemos alguna zona del cuerpo». Los ánimos no están muy pacientes. «Luego dicen que usemos el transporte público. Nos lo dicen ellos, que van en coche oficial». Primer aludido, el Ayuntamiento. En otro corrillo comentan: «No me he acordado de que había huelga; si no, no hubiera bajado porque aquí echamos la mañana».
-«¿Hay alguien que esté esperando al 75?». Una joven empieza a impacientarse y busca un poco de información entre los compañeros de fatiga. «Ahí viene uno. Es el 50 o 58 o 56…». «¡Bingo!», bromean desde el banco de la marquesina.
Entre la espera y los chistes, una pareja se decide a ir a por el tranvía. Nosotros también dejamos esta parada y nos acercamos a la del Arriaga, para ampliar opciones. Allí paran el 71 y el 30, que no va exactamente a San Adrián, pero se acerca bastante. El panel digital dice que el 72 a Larraskitu pasará en 40 minutos; el 26 a Basurto, en 34; el 30, en 22 y el 71 ni aparece en la pantalla. Por tanto, faltan más de 20 minutos para que llegue alguno de los vehículos que esperamos y optamos por continuar hasta la siguiente parada para hacer tiempo. En el camino nos topamos con una cola de más de 30 personas en Abando, subiendo al bus de Otxarkoaga. «Esto del autobús es ya una vergüenza», lanzan desde la fila. Y aún había otras 15 personas esperando a otras líneas.
Llegamos a Hurtado de Amézaga y la estampa es la misma. En 5 minutos llega el 30 y, con los ánimos caldeados, no falta la típica bronca en pleno apelotonamiento junto a la puerta del autobús. «¿Qué? ¿Los últimos serán los primeros, o qué?». Por fortuna, Abando es punto de destino de muchos viajeros, así que, pese a ir hasta los topes, se abren huecos en el autobús y el trayecto no se presume demasiado incómodo.
Las cosas se ponen peor en Zabálburu y toca apiñarse hasta Miribilla. Son las 13.00. Ha pasado una hora y cuarto desde que nos acercamos a La Ribera. No es el peor de los casos. Líneas como el 13 (San Ignacio-Txurdinaga) o el 88 a Siete Campas sólo pasaron una decena de veces por sus paradas en todo el día. Esto implica que los vecinos de la zona alta de Zorroza que perdieran el 88 a las 10.30 de la mañana no tuvieran otro hasta las 12.10, por ejemplo.
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