Articulo en INTERVIÚ sobre la Asamblea de Parados
El grupo de unos cuarenta hombres avanza en el albor de la mañana por una calleja de Zamudio (Vizcaya). Llueve. Vienen de Otxarkoaga, un barrio obrero bilbaíno construido en 1961 para albergar a los miles de chabolistas –inmigrantes extremeños y andaluces, la mayoría– que poblaban las faldas de los montes de la capital vizcaína.
Estos hombres han ido hasta Zamudio, a siete kilómetros de sus casas, en busca de lo que perdieron hace meses: un empleo. Son las siete y media de la mañana y los parados llegan a las puertas de la obra que la empresa Exbasa acomete en esta localidad del valle de Asúa, en lo que será un parque tecnológico.
Los parados se hacen a un lado para dejar pasar a los obreros que comienzan su jornada laboral, y a los que lanzan, en silencio, miradas de envidia. Después, el cabecilla del grupo de desempleados, Víctor Pardo, de 54 años, albañil, oficial de primera, en paro desde noviembre de 2008, solicita hablar con el jefe de obra. “Mire, no venimos en plan violento ni creemos en la extorsión. Venimos para hablar tranquilamente. Somos la Asociación de Parados de Otxarkoaga, un barrio que ha vivido de la construcción y que ahora está en la ruina. Queremos trabajo, tenemos derecho a un puesto”, le lanza de un tirón Víctor al responsable de la construcción.
Ya sea por el discurso convincente del líder de los parados o por un cierto temor por parte del empresario, el resultado alegra a los hombres de Otxarkoaga: dos contratos de peones de un año de duración cada uno para esos parados inconformistas.
La identidad de los dos afortunados se decide luego mediante un peculiar sistema de puntos, que, según explica Víctor Pardo, presidente de la asamblea de parados, es el más justo: “Se consigue un punto cada vez que se asiste a una asamblea, y tres por cada acción, como cuando se va a parar una obra, como hemos hecho hoy. Hay que mojarse y actuar. Nosotros nos buscamos el trabajo, nos ayudamos entre nosotros. Algo que los políticos y los sindicatos no van a hacer”. Los que más puntos tienen, los que más han luchado por conseguir empleo, son Miguel y Fran, albañiles en paro desde hace cinco y siete meses, respectivamente. Al día siguiente, los dos jóvenes firman el contrato.
Así, con acciones semejantes, no carentes de cierta presión por parte de los demandantes de empleo, de obra en obra, en Bilbao y sus alrededores, la Asamblea de Parados de Otxarkoaga ha logrado 15 puestos de trabajo para sus integrantes desde noviembre de 2008. Son 120 personas las que componen esta asamblea– la mayoría, albañiles–, aunque algo menos de la mitad acuden físicamente a las obras con la intención de pararlas si no logran al menos un contrato laboral. La Ertzaintza suele presentarse poco después de su llegada y desbarata los planes de estos obreros en paro.
El sistema del barrio de Otxarkoaga es el más radical, el que más se hace notar, el que más tiene de presión real. Pero existen otros procedimientos por los que los desempleados intentan conseguir trabajo al margen del socorrido y desbordado Instituto Nacional de Empleo (Inem). Cada vez son más los barrios, pueblos y ciudades españoles que ya cuentan con su propia asociación o asamblea de parados. Son una especie de nuevos agentes sociales, independientes, ajenos a los sindicatos y a los partidos políticos. Y los hay de muchos tipos.
Algunas de estas asociaciones están ya perfectamente organizadas y equipadas, y funcionan como verdaderas agencias de colocación para sus socios. Como la de Pinto (Madrid), que ofertaba la semana pasada en su página web varios puestos de trabajo aparentemente atractivos: director comercial para un hotel de cinco estrellas, decorador para Ikea, electricista para una empresa contraincendios… Unas 155 personas han encontrado trabajo por medio de esta asociación, que tiene cuatro años de vida y permite a los empresarios acceder a los currículos de los socios y encontrar rápidamente el empleado perfecto para sus necesidades. Los socios pagan una cuota de 10 euros al año.
El espíritu solidario y el altruismo que caracterizan a estas asociaciones se plasman en eslóganes casi electorales: “Si estás en paro, si alguna vez te has sentido discriminado por tu edad a la hora de encontrar trabajo, si quieres luchar contra esto y no quieres hacerlo solo… ¡Has llegado al sitio adecuado!”, reza en la web de la Asociación de Parados PM40 de Valladolid.
Algo más revolucionario es Mariano Pérez, murciano afincado en Granada, cuyo lema es: “Contra el paro: lucha obrera”. Él es albañil, y asegura: “Ahora que domino mi trabajo, no me contratan porque dicen los empresarios que soy viejo”. Con 47 años, autónomo desde hace mucho, Mariano no encuentra ni una sola chapuza ni obra donde le den trabajo. Vive con su hijo y no cobra ningún tipo de subsidio. Cero euros. “Tenía una pequeña empresa de reformas y he trabajado por toda España. La crisis se ha cebado conmigo y con los más débiles. Por eso creé la Asamblea de Parados de Granada, en octubre de 2008, con mi amigo Diego Oliva. Así intentamos que cambien las cosas”. La suya es quizá una de las asambleas más activas en estos momentos. “Estamos preparando una gran marcha a Madrid, desde diversos puntos de España, para protestar por el paro y por la indignidad que sufren muchas personas por esta crisis. Hay niños en Granada que comen una sola vez al día, en el colegio”.
La Asamblea de Parados de Granada, que moviliza en la ciudad andaluza a unas 500 personas cada vez que celebra una reunión, según indica Mariano Pérez, promueve acciones solidarias que a veces se topan con el férreo sistema burocrático: “Pedimos al rector de la Universidad de Granada que repartiera algunos menús de los comedores de las facultades entre los más necesitados. No llegamos a hablar con él, pero sí con el gerente de la Universidad, y nos dijo que eso era imposible”. Desde esta universidad han declinado comentar el asunto.
En la misma línea trabaja la Asamblea de Parados y Paradas de Barcelona, cuya actuación es sólo reivindicativa. Pide que los desempleados cobren 1.200 euros mensuales hasta que la Administración les proporcione una colocación. “No podemos perder la dignidad como personas y como ciudadanos de una sociedad avanzada. Por eso pedimos esa prestación”, dice Ramón Martín, portavoz de esta asamblea, que se constituyó el pasado primero de abril, a raíz de la campaña La crisis que la paguen los ricos, organizada por unos cien colectivos de izquierdas. Esta asamblea, que también pide la reducción de la jornada laboral para que se pueda repartir el trabajo, exige en los ayuntamientos que el dinero del Plan E del Gobierno para la reactivación de la economía se aplique bien, “y sirva para dar trabajo a los más necesitados”, dice Ramón.
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