NOTICIA DEL AÑO 1989 SOBRE LA LOTERÍA
Fátima Estévez, vecina del barrio bilbaíno de Otxarkoaga, de 22 años, casada y con una hija de tres años, llevaba un año y medio trabajando en el bar La Carolina. Su amiga María, de 26 años, empleada doméstica en una casa de Gorliz, solía frecuentar el bar. Hace unas semanas decidieron comprar un décimo a medias. Ayer no se lo creían.
EL RINCON DEL RECUERDO AÑO
Los agraciados del otro premio extraordinario no se dieron a conocer, pero ellas se quedaron inmóviles, sin apenas reaccionar, en el bar donde trabajaba Fátima. Esta joven camarera cobraba en el bar 40.000 pesetas mensuales. Su marido es impresor. Ayer anunciaba, con una copa de cava en la mano, que era su último día de trabajo. Su amiga María, por el contrario, decía que seguiría trabajando en la casa donde ha prestado su servicio en los últimos 10 años. "Se trata de un viudo con dos hijas que me necesitan". La dueña del bar La Carolina echaba cuentas. "Un décimo yo, dos o tres mi marido… ¿Qué voy a hacer con tanto dinero?", repetía Ana María Onaindi mientras ganaba tiempo para hallar una respuesta ambigua. "¿Qué crees, si somos 10 hermanos?".
En la localidad vizcaína de Erandio también cayó un pellizco del gordo: los 160 millones por otra serie. La administradora de lotería, Maruja, sólo expresaba una queja: había vendido nada más que un billete.
En busca de millonarios
Periodistas, representantes de bancos y cajas de ahorro y curiosos fueron las únicas personas que ayer se acercaron a la administración de lotería número 97 de Barcelona -situada en la plaza de Urquinaoria-, donde se había vendido tres series del gordo, una de las fracciones especiales agraciadas con 500 millones de pesetas y dos series del número posterior al primer premio. Según explicó el titular de la administración, Pedro Fortuño, su establecimiento ha repartido más de mil millones de pesetas en premios, de los cuales 964 corresponden al número 29.731.Ninguna de las personas premiadas se acercó ayer al lugar donde había comprado los décimos. La única información que Fortuño dio a las personas que preguntaban por los ganadores era que se trata de uno o varios abonados habituales de cada sorteo y que el resto de los décimos habían sido vendidos uno a uno en la ventanilla del establecimiento
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