NOTICIA «EL CORREO»
Surbisa se mira en el espejo de Zaragoza
El Bilbao del futuro será parecido al de ahora. Pero mejorado. Ese es al menos el objetivo de Surbisa, la Sociedad Urbanística de Rehabilitación de Bilbao. Con motivo de su 25 aniversario ha hecho una visita a Zaragoza, ciudad que puede presumir de ser una de las más avanzadas de España en su modelo de rehabilitación. Fue una de las primeras en realizar proyectos más allá de los barrios históricos, al iniciar reformas en otros plagados de viviendas construidas en los años 40 y 50. Casas exprés, similares a promociones bilbaínas de Otxarkoaga o Deusto, basadas en un modelo de urbanismo a granel del que nacieron las zonas en las que ahora la ayuda es imprescindible. No sólo eso. La sociedad municipal Zaragoza Vivienda es pionera en basar sus planes en la sostenibilidad, tomando el ahorro de energía como una prioridad.
Por este motivo, la capital aragonesa ha sido la elegida para la visita. La concejal de Urbanismo y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Bilbao, Julia Madrazo, acompañada de la directora de Surbisa, Marta Ibarbia, de dos arquitectos y de un técnico de la sociedad, viajaron a Zaragoza ayer para conocer algunos de los proyectos piloto de la capital maña. El Picarral, por ejemplo, es un barrio de más de 360 viviendas de 40 metros cuadrados cada una. El número 10 de la calle de Anzanigo es el edificio más antiguo de la posguerra en Zaragoza y se construyó sin armadura, sin hormigón. A la hora de rehabilitarlo, Zaragoza Vivienda no sólo le lavó la cara; colocó placas solares en la azotea que logran un ahorro de energía de un 60%, según asegura Juan Rubio, jefe del Departamento de Rehabilitación.
Ayuda integral
A Madrazo le atrae ese modelo de ayuda integral que no se limita a pintar de nuevo una fachada. «El equivalente en Bilbao podría ser Otxarkoaga y ya estamos haciendo ascensores exteriores», explica Madrazo, al tiempo que reconoce que «aún queda camino por recorrer». Mientras en la villa el trabajo se hace de forma más «intuitiva», los zaragozanos llevan a cabo labores «previas y más sosegadas» de investigación.
Ese análisis anterior es justo lo que ha convencido a la directora de Surbisa. «Han logrado lo más difícil, hablar con los vecinos y convencerles de que pueden conseguir eso que parece un sueño. Me encantaría poder trasladar esa idea a Bilbao». Una de las zonas en las que Ibarbia ve posible comenzar a implantar este sistema es el Casco Viejo. Éste es, junto con Bilbao La Vieja, el lugar donde Surbisa comenzó su labor en 1985. Ahora, también trabaja en Zorrozaurre, Rekalde u Otxarkoaga. En el caso del Casco Viejo, se han sumado más de sesenta edificios al plan original. Aunque aún falta la declaración firmada del Gobierno vasco, el Ayuntamiento ya ha dado el sí quiero y la sociedad ha comenzado a tantear el terreno. Hasta ahora, siempre han sido los ciudadanos quienes proponían a Surbisa los proyectos que querían llevar a cabo en su barrio. Para Ibarbia, esto puede cambiar y hacerse a la aragonesa, justo con este nuevo proyecto: «Me encantaría pensar nosotros en una estrategia, hacer pruebas y luego ya saltaremos a otras zonas de Bilbao».
Tierra de nadie
Esa labor integral que trata de unir al barrio es uno de los pilares de lo que se entiende por rehabilitación, no sólo urbanística, sino social. Desde Zaragoza, por ejemplo, proponen el asociacionismo en los barrios como método para lograr esa cohesión. En Bilbao se han llevado a cabo otras iniciativas con el mismo objetivo. Una de ellas fue en Artatzu-Bekoa, en Rekalde. «Hace dos años, tuvimos que intervenir para que los vecinos se pusieran de acuerdo en arreglar sus fachadas», explica Ibarbia. Los frentes de los edificios quedaban como tierra de nadie y ningún residente estaba interesado en actuar sobre ellos. Daba la impresión de que más allá de las puertas de sus casas, el barrio no era su responsabilidad. Para Madrazo la conclusión esencial es que «hay que preservar la esencia de los barrios, no tratar de hacerlos todos homogéneos». Eso se intenta al menos, según Marta Ibarbia, en la plaza Corazón de María en Bilbao La Vieja, donde «son los vecinos los que dicen para qué quieren la plaza, cómo quieren que se arregle».
El esfuerzo por cohesionar la ciudad no se desentienda de lo económico. Las cuentas cuadran. Rehabilitar una casa cuesta unos 30.000 euros. Hacer una nueva, 120.000. Por cada euro invertido por el Ayuntamiento en estos proyectos, son tres los que vuelven a las arcas públicas. Aún así los proyectos integrales requieren de un esfuerzo interinstitucional que Zaragoza sí ha logrado, pero que en Bilbao queda pendiente. La capital maña ha logrado el respaldo de los Gobiernos autonómico y central, que han apostado por su modelo de rehabilitación urbanística y social. Julia Madrazo dice ser consciente de que queda mucho por hacer y de que «es mejor arreglar lo que se tiene. No hay suelo para construir más», resume.
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