En la Escuela todo es gratis: pidámoslo
Uno de los problemas que tienen las salas de profesores, al menos la mía, es la falta de intimidad.
Así que no he podido evitar escuchar una conversación entre una profesora-tutora y una madre. Las pretensiones de la madre se han ido “disparando” y ha llegado a pedirle que le telefonee cada hora (sí, sí, cada hora) para decirle si su hijo ha entrado en clase. Porque, según ella, parte de nuestro trabajo consiste en ir a buscar al alumno, esté donde esté, y convencerlo con buenos razonamientos de que su futuro depende de que entre en clase. Y eso (sí, sí) cada hora.
Bueno, el deseo-necesidad de la madre (o del padre) no es disparatado (o, ¿sí?). Está en la misma línea de la pretensión de que la Escuela atienda a los niños casi desde que nacen, los días de vacaciones, los fines de semana, las horas extraescolares de los días de labor, y hasta los días de huelga.
Sólo es un problema de impuestos. Porque, claro, la Escuela nunca ha sido, es, ni será gratuita. Alguien la paga. En estos momentos (¿por qué esto no aparece claro en las reivindicaciones ni de izquierdas ni de derechas?) somos los contribuyentes los que la pagamos.
Y parece que los impuestos no dan para tanto.
Mientras, quizás la madre (o el padre) podría aportar un poco más de implicación real y hacer ella el trabajo de que su hijo entienda las razones por las que su futuro pasa por entrar en todas las clases.
Pero, esto igual ya no le gusta tanto a esa madre (o padre) que nos “ha confiado” su hijo porque “con él no hay quien pueda” y “a ver si Ustedes pueden hacer algo con él”.
Compañera, no sufras porque no llegamos a todos los sitios desde donde nos llaman.
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