VENGO DE UN FUNERAL
Acabo de llegar de un funeral. Ha muerto mi tío Paco. Tenía 92 años y era el último de mis tíos y tías, el único que seguía vivo. A partir de ahora ya todos los primos somos huérfanos. Natural. Y más si esto se escribe con 60 años. La muerte, claro está, es lo más natural. Aunque la escondamos. Lo malo de cuando uno se queda huérfano es que ya no puede contar con los mayores. Los padres siempre estaban ahí. Algunas veces eran molestos, pero estaban. Uno no se sentía nunca definitivamente indefenso. Además ya no queda nadie entre la muerte y uno mismo. Es (soy) el próximo. Le (me) toca el siguiente. Y la muerte, tan natural, cambia el futuro. Hoy he recordado a mis padres, a los tíos y las tías (de alguno de ellos prácticamente sólo supe el nombre) y he llegado hasta la única abuela que conocí. Se podría escribir un tratado entero sobre la familia, la muerte,… El cura que celebraba el funeral ha contribuido a mi “vuelta a la adolescencia”. No le he conocido en un primer momento. Me preguntaba quién sería aquel hombre capaz de construir un discurso como hacía tiempo no oía. Desde sus ideas y sus pensamientos, pero claro, preciso, bien hecho y bien dicho. Y, de pronto, me ha venido. Se trataba de Julián Gago. Fue profesor mío no se de qué cuando yo tenia 16 años y guardo un grato recuerdo de él.¡Que de buenos profesores he tenido antes de la Universidad!, ¡cuánto profesor malo he tenido que soportar en ella!. Pero volvamos, Julián se presentaba a sí mismo como descendiente de pastores leoneses. Nunca supe si era verdad o era parte de su poesía. Pero, él fue el primero que me habló de ese mito del pastor como hombre sabio. La sabiduría nace de la soledad, el silencio y el contacto con la naturaleza. Pues eso, que no nos quedará más remedio que enfrentarnos solos y en silencio con la muerte, que, al fin y al cabo, es lo más natural de la vida.
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