EDUCACIÓN Y ENSEÑANZA
Animado por Txutxi (y por mis propias ganas) he descansado un poquito. Mi blog tendrá que aprender también a callar.
Pero, volvamos sobre el tema que dejamos pendiente. Utilizo el plural porque siento un gran deseo de que alguno de los que leéis esto (que se que hay varios) empecéis a soltar la lengua (en este caso el boli) y digáis lo que pensáis. Todos sabemos que no estamos haciendo una tesis, sólo se trata de una charla de café (ahora se lleva hacerlo “en red”). Yo siempre escribo a vuela pluma en este foro. Claro que yo tengo muy poca vergüenza.
No hay forma, por supuesto, de separar enseñanza de educación. Hay entre ellas una relación dialéctica (¡cómo se echa de menos en las nuevas generaciones el léxico que proporcionaba estudiar filosofía y andar tonteando con conceptos marxistas!). Imposible desanudar lo que está fundido: se enseña educando y se educa enseñando.
Pero, el pensamiento, la razón se vuelven en algunos momentos analíticos y es entonces cuando, sin perder de vista el todo, debemos centrarnos en una de las partes. ¿Cuál? Sin duda, la que nos marcan nuestros alumnos (o sea el objeto de la educación-enseñanza).
Tengo la certeza (¿equivocada?) de que nuestros actuales alumnos (salvando, quizás, alguna excepción) no van a alcanzar los conocimientos necesarios para dar el salto a otra etapa de la enseñanza, salvo para determinados estudios profesionales (con tal de que se adapten a ellos y a la profesión, sin ir más lejos). Y desde esa certeza es desde donde se plantean dos grandes ámbitos de preguntas, preguntas que luego podrán multiplicarse:
– ¿En qué valores debemos educar? ¿Cuáles son los valores que queremos ayudar a crecer?
– ¿Cuáles son los conocimientos estrictamente imprescindibles para que nuestros alumnos lleguen al siguiente paso de su aprendizaje?
En la práctica, la respuesta a estas preguntas no es nada fácil. Enseguida empiezan a mezclarse las respuestas, a hacernos comprender que los dos ámbitos están profundamente interrelacionados, a poner en solfa no ya nuestro trabajo, sino incluso las bases de nuestra “profesión” y hasta nuestra propia vida.
Pero, debemos hacerlo. Con tranquilidad, sabiendo que vivimos todos –los alumnos y nosotros- en el mismo mundo, que no somos islas y que nuestras posibilidades no son infinitas, y con sabiduría, sabiendo que hay pasos adelante que se pueden dar y distinguiendo las tácticas que llevan adelante y que no sólo reproducen lo que ya existe.
Y, acabo por hoy porque seguiré dando vueltas a las dos preguntas, en esto estamos en esta Escuela desde hace tiempo. Pero debemos creérnoslo. Debemos dejar de dar vueltas al asunto de lo que los planes de estudio piden y dar definitivamente el paso adelante de crear un plan, que podamos revidar dentro de un tiempo suficientemente amplio como para que nos diga si hemos logrado algo (y cuánto) de lo que buscábamos y suficientemente corto como para que no nos durmamos en él y dejemos de atender a los alumnos de carne y hueso que vayamos teniendo.
Buen provecho.
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