Indisciplinas e indisciplina
La entrada que escribo hoy en mi blog se calentó el pasado miércoles y lleva desde entonces cocinándose. Varias veces le he impedido que salte a vuestras mesas. Y es que me importa mucho que no resulte indigesta para nadie. Respeto (y quiero) mucho a los que pueden darse por aludidos, a ellos y a su trabajo. Mucho, como para no desearles ninguna indigestión ni ningún dolor de estómago. Pero, tampoco estaría bien callar aquello que puede ser discutible y lo que puede molestar. Algunos educadores, algunas veces, con algunos alumnos, “pasamos” ante algunas indisciplinas. Y lo hacemos muy conscientes de ello (es una de nuestras “marcas de la casa”). Por eso no podemos admitir imposiciones de quienes somos iguales. Bastante tenemos ya que hacer obligatoriamente porque no somos nuestros propios jefes. Las perífrasis de obligación (“tenéis que”, “debéis”, aunque sean “tenemos que”, “debemos”) sólo se usan correctamente entre desiguales. Indican relaciones de poder y de subordinación. El que puede manda al que no puede. Cuando se usan entre iguales, son un indicio de que las relaciones se han contagiado de un peligroso virus de autoritarismo. Quizás lo practicamos tanto –unos y otros- que no nos damos cuenta. Estamos tan seguros de que no “queríamos decir eso” que lo decimos sin querer. Los virus hay que expulsarlos. Creo firmemente (ya sé que a veces no lo practico) que en el respeto a la libertad de los demás está el comienzo del pluralismo. Respetar a quien piensa y actúa como yo no tiene nada de plural. Y el pluralismo es educador. La idea única, el comportamiento único no educan. Con todo, algunos, nunca, con nadie pasamos de la indisciplina.
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