El regreso de ‘El Vaquilla’
«Eres 'El Vaquilla', alegre bandolero, y con lo que ganas, repartes el dinero». Miles de vizcaínos, sobretodo los nacidos en los extrarradios y suburbios industriales, recuerdan este clásico de Los Chichos en homenaje al delincuente barcelonés muerto a los 42 años, a un paso de la libertad. Y tantos otros poemas callejeros, que cantaban a la heroína y a la libertad desde el 'chabolo' del talego. Ésta es la banda sonora de los 80, la oda al fenómeno quinqui, el de aquellos delincuentes juveniles, ladrones y navajeros, a quienes el cine encumbró como a héroes por sus fugas mediáticas y que se convirtieron en iconos 'underground' de toda una época. Juan Jose Moreno Cuenca, 'El Vaquilla', sólo es uno de ellos. Y ahora, La Alhóndiga rinde un homenaje a esta iconografía canalla con la muestra 'Quinquis de los 80. Cine, prensa y calle', unida a una serie de conferencias sobre economía, sociedad y cultura visual. El proyecto 'El grito de la calle' se desarrollará entre el 28 de octubre y el 8 de enero. «Se aborda la situación en las décadas de los 70 y de los 80, estableciendo una comparativa con el momento actual», explica la directora, Raquel Esparza.
La exposición se inaugurará el 28 de octubre al son de versiones de Los Chungitos y de rumbas callejeras. Allí se recrearán los salones recreativos y billares, el caldo de cultivo de los trapicheos, y se proyectarán fragmentos de títulos del cine quinqui, que arranca en 1975 con 'Perros callejeros' y concluye en 1987 con 'La estanquera de Vallecas'. Habrá recortes de prensa de El Caso, portadas de Interviú, imágenes de noticiarios de la época… Comisariada por las bilbaínas Mery y Amanda Cuesta, se inauguró hace dos años Barcelona y también abarrotó la madrileña Casa Encendida. Y es que hace una parada por tres barrios que crearon los planes de urgencia social de los 60: San Blas en Madrid, La Mina en Barcelona y Otxarkoaga en la capital vizcaína: miles de pisos erigidos en tiempo récord para acabar con las chabolas, que alumbraron oleadas de jóvenes sin empleo ni educación que convirtieron sus barriadas en su escuela. Su cultura callejera aún se respira en la periferia,aderezada con cadenas de oro, gorras y chándales de mercadillo. Porque de aquellos quinquis sólo nos separan 30 años.
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