Los vigilantes de la urna
INCIDENTES Y AMENAZAS A raíz del asesinato de Jesús María Pedrosa, el PP anda escaso de personal en Durango. Por eso Adrián Castro, a sus 70 años, participará en la jornada como apoderado en la citada localidad, en vez de en el colegio Artatse de Otxarkoaga, donde lo hacía habitualmente. "Yo me pongo a la entrada con mi txartelita del PP. Algunas veces los de la otra cuerda se meten, pero como tengo a la Ertzaintza cuando veo que ellos no cumplen…", comenta, encantado de ser "apoderado, porque tienes libertad de movimiento y hablas con todo el mundo". Incluidos los gitanos, que se le acercan a contarle problemas. "El domingo por la mañana no van a votar porque tienen mercadillo, pero a la tarde vienen todos acicaladitos, tanto ella, como el gitano, que viene con su bastoncito. Las gitanas, en cuanto me ven, me empiezan a contar problemas sociales que tienen y yo me lo paso pipa atendiéndolas".
En Artatse vivió Adrián hace unos años las elecciones más tensas que recuerda. "Vinieron los de siempre con ganas de incordiar. Gracias a Dios que teníamos a la Ertzaintza y de ahí no pasó. De todas formas, el mayor problema que he tenido yo es que mi nombre y el de mi hijo aparecieron en dos comandos de ETA en Francia y en mi calle hicieron pintadas. El del bar de abajo me decía: Te ayudo a quitar. Y yo le decía: ¿Qué quieres, que no te entre nadie al bar? Cosas de esas, que esperemos, si Dios quiere, que pasen, pero de momento sigo protegido", comenta. Visto lo visto, que en alguna papeleta apareciera el lema "españoles fuera" le parece irrisorio. "Después de las pintadas llamándome carcelero y asesino y de lo de los comandos de ETA, paso ya de todo", confiesa. Con los miembros de Bildu en Durango tiene una relación cordial. "Si les veo: Hola, ¿qué tal? A veces me dicen: Te pasas, pero si veo a uno de Bildu, ¿por qué no le voy a saludar si le veo todos los días en el Ayuntamiento?".
TIENE una espinita clavada y, por más tiempo que pasa, la herida no sana. "Estando de interventor en Las Arenas, había algunos en la mesa que no conocían bien el proceso y estuve todo el día ayudándoles. Con la cosa de estar echando una mano, me olvidé yo de votar. Eran unas municipales y forales y solo me dejaron echar un voto. Fue triste. Para una persona como yo, que he estado toda la vida en la brecha, perder un voto me sentó de mal… Y lo que más me dolió es que los demás no fueran más comprensivos. Me llevé una gran desilusión. Fue tremendo", se lamenta, aún hoy, Andoni Altube, apoderado e interventor del PNV en mil y una batallas electorales.
Nacido en Barakaldo, Andoni ha mamado desde pequeño la política. "Teníamos un bar muy conocido, el Altube, que en su día fue sede de todo lo que fuera resistencia antifranquista. Ahí llegaban propaganda, octavillas o revistas no solo del partido nuestro, sino de la Alianza Sindical de Euskadi, del Partido Socialista… Entraba uno, dejaba la maleta, llegaba otro y la recogía. Era increíble. Y nosotros servíamos potes, como que no veíamos nada…", recuerda. Aquella lucha en la clandestinidad les pasó factura. "Detuvieron a uno y se chivó. A mi aita le dieron unas palizas que pensábamos que se moría. Cuando falleció, al que lo estuvo torturando le mandé la esquela y una nota que ponía: La patria no olvidará nunca a los torturadores de sus hijos", cita.
En las primeras elecciones en las que participó, Andoni resultó elegido concejal de Barakaldo. "Fue ilusionante. Había infinidad de partidos, una sopa de letras increíble, algunos con muy pocos seguidores", detalla. De aquellas primeras citas electorales hubo una que le "frustró bastante". "En una ocasión se extendió que los pensionistas que no fueran a votar no iban a cobrar la pensión. El partido decidió boicotear esas elecciones. Vimos a personas que fueron a votar y aquello a mí me dolió muchísimo porque se veía que era una engañifa, pero algunos fueron a votar por miedo", recuerda.
TONGO EN BARAKALDO Aunque ahora "se supervisa muy bien todo y es imposible hacer tongo", Andoni tiene constancia de algún caso. "Teniendo yo la certeza de que había personas de mi familia que no habían ido a votar, ponía que habían votado el 100% en Barakaldo. Fue en la época franquista. Me acuerdo de hasta quien presidía la mesa, que era una persona de misa diaria y de comulgar. Sin embargo, el tongo…". De esa época también recuerda cómo se las ingeniaban para tapizar las calles de octavillas. "Solíamos aprovechar cuando había partidos internacionales. Como la gente estaba embelesada con la televisión, aprovechabas las calles vacías para regarlas durante la campaña", explica.
De las jornadas electorales en sí resalta los despistes -"hasta los líderes de los partidos llegan a veces a la mesa y se han dejado el carné en casa"- y los votos nulos. "Alguno puede poner una impertinencia o tachar a uno de la lista porque se lleva mal con él y resulta que eso anula la papeleta", advierte. Incidentes graves, en cambio, no recuerda haber sufrido, pero "sí han puesto alfileres o silicona en las cerraduras para entorpecer abrir los colegios. Ahora, llegar a romper las urnas, como decían que pasaba antes de la guerra, eso no".
TEMEROSOS Y TARDONES Del amplio abanico de electores destaca a un par de especímenes: los que temen votar a distancia y los tardones. "Algunos consideran que es dificilísimo votar por correo. Huy, qué engorro, dicen y es más simple que el mecanismo de un chupete. Luego hay otros que lo dejan para última hora y llegan cuando estás a punto de cerrar, pero eso la gente lo utiliza en la farmacia, en la tienda de ultramarinos… Con estos suele haber cierta tolerancia".
Andoni también envidia cómo celebran otros la llamada fiesta de la democracia. "En los países nórdicos se junta la familia, se ponen elegantes, comen fuera de casa. Lo toman como un verdadero día de fiesta. Es su derecho ciudadano de dejar el voto. Aquí, en cambio, hay gente que como salga buen día se va a la playa, no se preocupa, no tiene ese concepto cívico", comenta con pena.
Pese a la rivalidad entre partidos, asegura que "al final haces amistades con la gente que está en la mesa. Llegas a comprender que hay cosas que nos separan, pero que tenemos mucho más que nos une". De hecho, él siempre se ha llevado "de maravilla" con sus compañeros. Ahora, eso sí, "como decía un compañero de la radio: Que gane el mejor, siempre que el mejor sea el nuestro".
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