La huelga en Metro Bilbao
Mi blog está paralizado por la huelga del 21 del metro de Bilbao. Es que si pienso en escribir, al instante este asunto parece colocarse el primero de la cola de la punta del bolígrafo. Así que tengo que desbloquearlo.
Creo que pertenezco a un grupo amplio de individuos más o menos bien (?) informados: leo la prensa, veo los telediarios, … sólo me falta oír la radio (ya estoy viendo la sonrisa de quien piensa que ese es mi problema). Y algunas cosas me quedan claras y otras no.
Por supuesto, por encima de todo, se que la huelga es un medio de lucha (de clases) para conseguir mejoras y que el derecho a ella no es ningún regalo.
Se que, como en toda negociación, hay dos partes echando un pulso. Y dejadme que subraye que hay dos partes. Porque parece que aquí la patronal es absolutamente inocente (“pobrecitos ellos” lo han hecho todo bien al servicio de los ciudadanos). O sea, que ellos no tienen buenas condiciones de trabajo (que para nuestros hijos quisiéramos nosotros), beneficios, buenas viviendas, buena vida, buenos… Eso es patrimonio exclusivo de los trabajadores que, insaciables, aún quieren más.
Se, porque hace mucho que no soy un ingenuo en este terreno, que los sindicatos están politizados. Y politizados “de partido”. O sea, los sindicatos siempre han estado politizados; el problema llega cuando los intereses políticos “de partido” priman sobre otras consideraciones.
Pero – apunte muy rápido – la patronal también está politizada. Y “de partido”.
Se que la información que nos llega es muy pobre y periférica: sabemos qué significa Sto. Tomás, qué sueldos tienen los maquinistas, cuánto cobrarán los que trabajen en Navidad,…, pero ¿cuáles son esos acuerdos anteriores incumplidos por la patronal y que llevan a los trabajadores a una huelga?; ¿cuáles son los acuerdos que sí han respetado?; ¿qué piden unos que los otros no pueden dar?
Por último, se que los usuarios estamos siendo la “fuerza de choque” de unos y otros. Para que una huelga sea efectiva debe “hacer daño”. Pero a los contrarios, no a los consumidores.
En otro orden social, en una organización diferente (que entre todos deberíamos crear) los usuarios-consumidores-ciudadanos no deberíamos necesitar que gente ajena a nosotros (la patronal, el gobierno,..) velara por nuestro bienestar. Podríamos ser “adultos”.
Quizás si se lograse de verdad que nosotros (la “fuerza de choque”) tuviéramos el poder de mediación en nuestras manos, quizás entonces cambiarían muchas cosas.
Como la vida es más amplia, si no hubiera existido este bloqueo os hubiera contado que he terminado de leer “La tela de araña” de Joseph Roth. Hoy tengo tertulia literaria a partir de dicha novela. Mi impresión final es que os la podéis evitar.
El pasado domingo estuve en el teatro viendo “Elling”. Extraordinario Carmelo Gómez, simpático Javier Gutiérrez y muy buena nota para alguien a quien nunca había visto: Chema Adeva. La puesta en escena resultó muy interesante. Pero la obra era muy pobrecita, repetitiva, con diálogos tirando a pobres, aunque a ratos resultaba divertida.
Ahora leo a John Le Carré, “Un traidor como los nuestros”. Escribe bien Le Carré. Si os gustan las de espías, siempre es una garantía. De momento, me está gustando.
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