250 kilómetros de solidaridad
LA solidaridad no entiende de fronteras, solo de circunstancias y personas. Por eso, el caso de Izan, el niño de Otxarkoaga con parálisis cerebral que necesita una nueva silla, ha llegado hasta Gijón. En la ciudad asturiana, el Colegio Público Honesto Batalón y el centro La Asunción están recogiendo tapones de plástico con el fin de que la familia de Izan consiga los 35.000 euros que precisa para comprarle al pequeño la silla que necesita.
El nexo que une los 250 kilómetros que separan Gijón de la capital vizcaina es Mónica Yuste, una profesora del colegio Honesto Batalón. "Me enteré de la recogida de tapones para Izan por mi suegra, que vive en Bilbao", reconoce esta mujer, cuyo novio es bilbaino. No tardó en proponer adherirse a esta campaña a sus alumnos y el sí fue rotundo.
En ambos colegios se recogen los tapones y es la propia Mónica y su novio quienes cada dos semanas cogen el coche, toman la A-8 en dirección Bilbao con las tapas de plástico recolectadas en el maletero de su vehículo. "Llevamos nosotros los tapones hasta Bilbao. Vamos cada quince días y aprovechamos para llevarlos", señala esta maestra solidaria. Ambos se encargan de que todo lo recopilado en los centros educativos llegue hasta la capital vizcaina. Ellos son los que viaje tras viaje ven cómo la ola solidaria cada vez crece más y cómo el maletero cada vez tiene menos espacio libre.
"En el último viaje, el maletero iba absolutamente lleno de tapones", señala la docente. Dichas tapas al llegar a la capital vizcaina van a parar a Eroski, cadena de centros comerciales que está colaborando con la familia de Izan para recoger tapas de plástico. De este último paso se encarga la suegra de Mónica, ella es el último eslabón de una cadena solidaria de 250 kilómetros de longitud.
Pese a todo, Mónica reconoce que
"esta historia es muy bonita y los niños son los principales protagonistas". Ellos son quienes han adoptado la iniciativa con mucha ilusión y cariño. "Esta actividad la enmarcamos dentro de la asignatura de Ciudadanía. Enviamos cartas a los padres y su acogida ha sido muy buena", explica Yuste.
VOLCADOS CON IZAN Esa gran recepción se ha traducido en ilusión y en una gran aportación de niños y padres. "Los niños están volcados, intentan traer cada vez más y más tapones. El hecho de que sea para ayudar a otro niño les anima porque se sienten identificados con Izan", precisa Mónica.
Esta campaña que, en principio, estaba dirigida a primero de Primaria, ha acabado extendiéndose a todos los cursos del colegio, desde Educación Infantil hasta sexto de Primaria. "Pusimos como objetivo llenar una caja antes de Navidad y lo hemos superado con creces. Ahora me imagino que seguiremos hasta junio con la iniciativa" .
Pero la ola solidaria no se ha detenido en el Honesto Batalón. El colegio La Asunción también se ha sumergido en ella. Y en ello ha funcionado a la perfección el boca a boca. Fue una sobrina de Mónica, alumna del centro, quien explicó en su colegio la iniciativa que se está llevando a cabo para colaborar con Izan. "Mi sobrina dio la noticia en La Asunción y se han sumado a la idea", precisa Mónica. Es en este centro donde más tapones de plástico se están recogiendo dado que "a este colegio van más niños".
En La Asunción son los alumnos de quinto quienes están animando a otros cursos del centro a participar; un acto que muestra la solidaridad de los pequeños. Comenzaron la actividad de la mano de su profesora Eli hace poco más de un mes y los resultados han sido muy buenos. De hecho, ambos colegios uniendo sus fuerzas han conseguido recopilar un total de diez cajas de tapones, algo que Mónica no cifra en peso real. "Solo sé que son muchos, muchísimos tapones los que se están recopilando", afirma.
Tapas de botella que no provienen solo de los niños de ambos centros, sino que la ola ha llegado a los padres. "Las familias están colaborando de forma muy activa en esta iniciativa. Algunos padres están recogiendo tapones en sus centros de trabajo y después los traen al colegio", precisa. Y es que en Gijón se está formando una auténtica cadena de solidaridad de la que estos niños son el auténtico motor; un motor que hace que el coche de Mónica y su novio cubra cada dos semanas los 250 kilómetros que separan Gijón y Bilbao repleto de tapones solidarios.
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