Las reliquias de aquel Parque de Artxanda
.El Pulpo, la Sala de los Espejos, El Gusano Loco, el Scanner… Es nombrarlos y bulle la memoria sentimental de cualquier bilbaíno mayor de 30 años. El Parque de Atracciones de Artxanda está condenado a figurar en el recuerdo como una fugaz explosión de júbilo que nació gafada desde su inicio. Duró de 1974 a 1989. Las previsiones eran vender un millón de entradas al año, y en su mejor momento apenas llegó a las 450.000. Guillermo Santamaría nació en 1985. Ni siquiera conoció el recinto. «Como bilbaíno me preguntaba por qué no disfruté de un parque de atracciones en mi infancia. Trabajo en el audiovisual y me gustan los sitios abandonados. Así que rodé un documental para llenar el vacío de información que encontré». Fruto de cuatro años de trabajo, 'Parque de Atracciones de Vizcaya. Los dientes del diablo' se verá el próximo 27 de junio en el centro cívico de Otxarkoaga (19.00 horas), dentro de la programación de Zinebiklub.
El filme explora el estado actual de «un vertedero urbano» en el que parecen resonar las risas infantiles. Entre la herrumbre y la maleza sobreviven algunas de las atracciones. La Casa Magnética sigue provocando cosica con su juego de perspectivas. La pista de karts acumula hojarasca. Las pirámides naranjas de la Gran Avenida se vislumbran a kilómetros de distancia. Desde la primera fila del auditorio de 5.000 butacas sorprende el vértigo de la panorámica de Galdakao y Etxebarri. Testimonios Los terrenos son propiedad de la Diputación, que gasta anualmente 200.000 euros en su vigilancia. En los últimos 23 años se han utilizado como archivo y almacén de decomisos. «Te puedes encontrar desde Bizkaibuses retirados de la circulación a señales de tráfico, tractores y camiones cisterna», enumera Guillermo. En ocasiones, los feriantes han aparcado sus caravanas durante las fiestas de Bilbao. El PP propuso celebrar allí el BBK Live. La película aporta los testimonios de quienes disfrutaron el parque y de artistas como Hombres G y Mocedades, que recuerdan cómo llovió en sus conciertos: para abaratar costes solo se construyó cubierto el escenario. La climatología contribuyó al fracaso de la empresa, al igual que lo mal comunicado que estaba en una época en que no se utilizaba el coche como ahora. «El último año fue especialmente conflictivo, con manifestaciones y encierros de los trabajadores del parque», recuerda el cineasta. «La gestión se descuidó y la Diputación cada vez aplazaba más la apertura de la temporada para que le saliera más barato». "Hoy sería una pasada" En Artxanda hubo hasta un zoo, con un final entre berlanguiano y macabro. Uno de los directores del recinto ya había barajado la idea de disecar los animales según se iban muriendo para mostrarlos en una galería. Al final, los bichos se donaron vivos a un coleccionista de Barcelona. Embarcaron en un tren con tan mala suerte que los vagones estuvieron detenidos al ser fin de semana. Llegaron todos muertos a su destino. Santamaría, que trabaja como auxiliar de dirección en 'Águila Roja', sostiene que, si hoy se reabriese, el parque tendría éxito. «Bilbao ha cambiado, se vende como ciudad turística pero siguen faltando cosas. El modelo de sociedad actual consumista puede pasar el día entero en Max Center, y hoy la gente se chifla por las pistas de karts o el paintball. Artxanda tuvo una noria con barquillas giratorias, algo que no se ha vuelto a ver. Y la Fórmula 8, una mezcla de karts y autos de choque. Hoy sería una pasada».
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