¡Cómo pasa el tiempo!
Llegó a la EPO rebotado de algún otro Centro. Su currículum podría haber impresionado: muy mal estudiante (sólo en la EPO podría llegar a sacar el certificado de graduado escolar), insociable (ni padres, ni profesores, ni compañeros de clase entraban entre sus allegados), violento (“cualquier día quema el coche de un profe” … en el Centro del que venía), porrero (aunque nunca le pillamos con las manos en la masa, sólo con los ojos y el aliento fuera de sus sitios), motorizado, chulo, … y hasta feo. Hoy (cuatro o cinco años después) lo he visto allá al fondo de la plaza. Acompañaba a un perrito (casi un peluche, me ha dicho luego él mismo) al que sacaba de casa a que hiciera sus “cositas” (en el mundo de los acompañantes de perro se llaman así). No había casi nadie. Y, de repente, ha cogido al chucho entre sus manos, ha alzado sus brazos por encima de la cabeza, le ha hecho un par de carantoñas y le ha estampado un beso. Creo que en la cabeza. Estábamos lejos y no puedo precisar dónde ha sido el beso. Mi imaginación me ha traicionado, por supuesto, y lo ha colocado en plenos morros. ¿Qué más da? ¡Cómo pasa el tiempo!
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