Caminemos hacia la normalización
Estos últimos días el personal está ¿demasiado? sensible a la “cosa etnológica”. Entre Mas (CiU), las noticias que llegan de Guipúzcoa y las próximas elecciones en ambos países, las cosas van calentándose y no dejarán de hacerlo.
No tardaremos mucho en que la prensa (¿cuál de ellas?) trascriba este diálogo que se producirá en alguna ventanilla de la Hacienda guipuzcoana:
“- Buenos días. Venía aquí con mi licitación para la construcción de la carretera de…
– Perdone. Egunon. ¿Sus técnicos, de euskera qué tal?
– Pues hasta donde yo se, na de na. Nunca les he oído hablar. Y yo no les hubiera entendido, de haberlo hecho.
– Entonces no hay licitación que valga.
– Pues he pensado que no les voy a pagar a ustedes mis impuestos.
– Pero es que los impuestos no tienen nada que ver con la lengua.
– Pues, eso: lo mismo que las carreteras, oiga”
Llevo muchos años oyendo la misma pregunta: ¿tú qué haces por el euskera? Y la respuesta es muy clara y muy sencilla: pagar impuestos (soltar la pasta, vamos). Y muchos. Devolvamos la pregunta y dejemos de jugar siempre en campo ajeno: ¿el euskera que hace por mí?, ¿cuánto de lo que le he dado me ha devuelto?
Y que conste que yo no tengo ninguna deuda histórica con este país, digan lo que digan los que piensan que esta tierra es la suya.
Que, además, ingenuos, de suya no tiene nada. Esta tierra, como casi toda la tierra conocida, es de unos pocos que, salvo alguna excepción, ni hablan ni piensan ni sienten en euskera. Porque es verdad que el dinero no tiene idioma (ni siquiera el catalán. ¡Qué más quisieran ellos!)
Nos seguirán hurtando los verdaderos problemas, las definiciones correctas y los matemáticos descubrieron hace ya muchísimo (vamos que yo era un crío y ya me lo explicaban) que para resolver un problema lo primero es plantearlo correctamente.
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