Testamento Mortal, de Donna Leon
Un Brunetti muy humano recorre en esta ocasión una investigación sencilla, sin sobresaltos, sin complicaciones extras.
En “Testamento mortal” casi no hay enfrentamientos directos con sus superiores, Brunetti tiene tiempo para su mujer y sus hijos y los lectores nos encontramos en el centro de una historia llana, que tiene mucho que ver con el hecho de que ocurra en un medio ambiente dominado por ancianos.
Por no haber, ni siquiera hay “grandes malos”, mafiosos sin conciencia, criminales desalmados,… Hasta podríamos preguntarnos si hay algún crimen.
Donna Leon parece mucho más preocupada por las corrupciones de los políticos, la función de la Iglesia, el abandono familiar y social de los viejos, el maltrato a las mujeres, y el enchufismo. Es una novela “tranquila”, tranquilidad que sólo se rota de vez en cuando por afirmaciones críticas, duras y tajantes, sobre los temas que apuntaba antes.
Fijaos qué bueno:
“—Guido —dijo ella armándose de paciencia—, no hay ningún eclesiástico, a pesar de lo que crees, capaz de decir la verdad lisa y llanamente.
—Eso no es cierto —rechazó Brunetti, tajante. Luego, más despacio—: Ha habido algunos.
—Algunos.
—De todos modos, tú nunca te fiaste de ellos.
—Pues claro que no me fío. Pero no los cuestiono en situaciones en las que la gente podría mentir: personas muertas o que podrían haber sido asesinadas. Recuérdalo, por favor. Yo hablo del tiempo con ellos cuando me los encuentro en casa de mis padres. La lluvia es un tema fascinante: demasiada o poca. Les gustan los absolutos. Pero esto no es lo mismo.
—¿Y te fías de ellos cuando hablan del tiempo?
—Sólo si estoy cerca de una ventana y miro fuera —respondió Paola, que se puso en pie y dijo que debía irse a la universidad.”
Buena próxima semana a todos. A algunos os reencontraré porque me reincorporo al lugar de curro. Espero no tocar el curro.
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