LA MUER QUE VEIA CON LOS OJOS DEL INTERIOR
Me dispongo a echar una cabezadita y recibo una llamada
en mi móvil. El asunto es claro, me toca subir al hospital y
celebrar la Unción de Enfermos con una mujer que se encuentra
ya en una situación de enfermedad avanzada. ¿Quién
es esta mujer? La conozco desde hace unos meses y siempre
me ha parecido profundamente entrañable. Ella no ve, por su
ceguera física, además está bastante sorda. Al verla, me surge
desde muy dentro el besarla en la frente y rostro, que me parecen
tan acogedores. Ella no sabe quién soy yo y pregunta
por ello a su hija allí presente. Al responderle ésta que soy Joseba,
el cura, le surge en la comisura de sus labios una profunda
sonrisa.
Desde el primer momento en que nos conocimos, nos
sentimos muy cercanos. Y ahora se despide de este mundo.
Cuando le digo que vamos a celebrar la Unción, si así le
parece bien, ella asiente con fuerza. A lo largo de la recitación
de las distintas oraciones, su atención es clara y su vivencia
del sacramento, patente.
Se nos va con paz y serenidad. Se nos va una hermana de
la que me despido: “Hasta mañana, Puri”.
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