EL MATRIMONIO UNIDO EN LA UNCIÓN
Tras visitar a un enfermo, que se encuentra acompañado
por varios familiares, me dispongo a abandonar la habitación.
En ese momento, hacen su entrada en ella la esposa y una
joven que se presenta como la ahijada del enfermo. A la esposa
ya la conozco de veces anteriores y ella me saluda con
una sonrisa cálida y acogedora. La ahijada del matrimonio me
expresa, con clara convicción, su deseo de que sus padrinos
reciban el sacramento de la Unción de los Enfermos.
Es una de las pocas veces que veo una convicción tan
clara de lo que es este sacramento, de la distinción tan clara
entre su celebración y el tema tan temido de la muerte. Celebramos
el sacramento y las respuestas claras que todos los
presentes, incluso el enfermo, dan en las oraciones que
vamos recitando, me hablan de una religiosidad convencida.
¡Esto es un gozo!
Salgo alegre de la habitación, con deseos de comunicar lo
vivido. Se lo digo a un celador, cristiano convencido, y a Mari
Jose, la gerente, cristiana convencida también, y sobre todo,
amiga. Encuentro que a ellos también les agrada lo vivido
hace unos momentos.
Siento que los de pastoral –Carmen, Eduardo y yo– tenemos
un lugar en la realidad de este hospital y que hay aquí un
largo camino por delante.
Señor, gracias por haberme llamado a vivir una experiencia
tan preciosa en mi vida.
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