VICTOR HUGO (VECINO DE TXURDINAGA)
VÍCTOR Hugo tiene una historia como para escribir un libro. Algún día lo hará porque todo lo que se propone lo consigue. Pero de momento la cuenta de viva voz gracias a sus portentosa labia. Así que relata sin parar capítulos de su vida desde que nació hace 46 años en un pueblo de Venezuela, al pie de los Andes, hasta su última hazaña deportiva: proclamarse campeón del mundo de ciclismo adaptado en Canadá. Víctor Hugo es un discapacitado físico. No tiene un pierna, la perdió en un accidente, pero eso no le ha impedido ser uno de los mejores ciclistas del pelotón internacional. Está muy orgulloso de ello, pero mucho más de haber sido y ser un "luchador social" por la integración de las personas discapacitadas a través del deporte. Su trayectoria vital es un ejemplo de superación. En 2001 llegó a Bilbao con una maleta llena de proyectos para progresar en su carrera deportiva. Al principio lo pasó mal. Tuvo que dormir en la calle, pero gracias a su tesón y a personas como María Baqué o Txema Alonso, de la Fundación Saiatu, pudo hacer realidad su sueño.
Víctor Hugo cuenta que tuvo una infancia "muy hermosa". Se crió "salvajemente" a mil metros de altura en un pueblo, de nombre Tovar, "montando a caballo a pelo, buscando culebras y nidos de pájaros". Reconoce que siempre fue un niño "muy activo". Toda esa energía la canalizó a través del deporte, donde llegó a despuntar en el fútbol y el atletismo. Cursó los estudios de primaria y secundaria y "gracias a Dios no tuve que trabajar desde pequeño", dice, "porque mi mamá era docente y mi papá mecánico, así que tenía una buena posición social". Sin embargo, a los 18 años decidió que quería irse al ejército. "Un noche me presenté en la oficina de policía y les dije que quería cumplir el servicio militar", cuenta. Y lo cumplió. Salió con 21 años, una edad en la que le cambió la vida.
ACCIDENTE Lo recuerda como si fuera hoy mismo. "Era un jueves a la noche, el 17 de mayo de 1989, me llevaba un chico en moto, chocamos con otra y me rompí la pierna". En principio, la fractura de tibia que le provocó el accidente no debería haber tenido más consecuencias que una larga recuperación. Pero una "mala praxis médica" hizo que Víctor Hugo perdiera la pierna. "Estuve tres días sufriendo hasta que apareció el cirujano, y ya no hubo nada que hacer; tenía la pierna muerta", relata. Aturdido por los calmantes, no fue consciente de su nueva situación hasta que salió del hospital. "Volví a casa y al verme sin una pierna me quedé traumatizado, lloraba y lloraba", recuerda. También era consciente de que el mundo de la discapacidad en Venezuela "era muy oscuro, de miseria y de pedir por la calle". Ante esa perspectiva, Víctor Hugo asegura que no se "arrochó". "Me rebelé", señala, "no quería que la gente me etiquetara como el cojo". Y a partir de ahí comenzó su peregrinaje por el mundo.
Aunque se le cerraban muchas puertas, consiguió un pequeño empleo en la Alcaldía primero, y posteriormente en el Ejército, pero le echaron por "comerse" una falta grave que cometió un compañero en una guardia. Fue entonces cuando decidió irse a la capital en busca de un futuro mejor. Dejó en el pueblo a su mujer y sus dos hijos para plantarse en Caracas. "Allí empezó mi verdadera historia", dice. Estuvo viviendo en la calle. Y al tercer día encontró a un grupo de personas discapacitadas que pedían trabajo delante de la Alcaldía. Se encadenó con ellos y una semana después logró su objetivo: un trabajo en la dirección de deportes de la Alcaldía. "Empecé a sentirme bien y me animaron para que volviera a hacer deporte". Así que se puso a correr con muletas. Se presentó a una prueba de 26 kilómetros que organizaba el ejército. Y esa prueba le marcó. Allí escuchó "voces de reconocimiento y de apoyo" que le hicieron reflexionar. "Yo era un náufrago que me enganché a ese bote que es el deporte para no morir y también me dio la fuerza para desahogar las injusticias y la discriminación". A partir de ese momento se convirtió en corredor de maratones con muletas y en un luchador social. En el desarrollo de esta segunda faceta, Víctor Hugo se recorrió Venezuela denunciando el incumplimiento de la Ley para Integración de Personas Incapacitadas. Se tiró 115 días dando charlas, conferencias y entrevistas en escuelas, institutos, cárceles, centros públicos y medios de comunicación. En una de esas maratonianas jornadas tuvo la ocasión de conocer a Chaves, que andaba por el país de campaña electoral.
CHAVES "Chaves me prometió", recuerda Víctor Hugo, "que si salía presidente todo iba a ir a mejor en la integración de las personas incapacitadas". Años después no le defraudaría el presidente de la República Bolivariana porque le puso al frente de la dirección de alto rendimiento del Ministerio de Deportes. Pero no aguantó mucho en el cargo. Víctor Hugo quería progresar como deportista. Se fue a Estados Unidos. Allí pudo competir en pruebas de atletismo gracias a una prótesis que adquirió tras una gestión de Irene Sáez, política comprometida y miss universo. Durante su estancia en Norteamérica le animaron a que probara a montar en bicicleta. De esa forma inició su carrera como ciclista. "Y eso que entonces el ciclismo estaba visto como el deporte de chatarra, el deporte de los cojos", dice. No le importó. Se subió a la bicicleta con tanta ilusión que comenzó a ganar carreras. Pero sabía que si quería ser una figura del ciclismo debía venir a Europa. El destino quiso que Víctor Hugo corriera el año 2001 una prueba en Bizkaia. "Me gustó tanto esta tierra y la afición que había al ciclismo", dice, "que no dudé en volver para quedarme".
BILBAO Llegó solo a Bilbao. En Venezuela dejó a su mujer y los hijos. Y las pasó tan canutas como cuando se fue a Caracas en busca de una mejor vida. Durmió en la calle varios días hasta que, tras aparecer en los medios de comunicación, le consiguieron una cama en un albergue.
Pero Víctor Hugo no se rindió. Siguió llamando puertas y en esa época tuvo la suerte de conocer a María Baqué, "que me prestó una gran ayuda para que pudiera correr con Cafés Baqué y a la que estoy muy agradecida". También conoció a Txema Alonso, de la Fundación Saiatu. Estas circunstancias le fueron dando la suficiente confianza como para entrenar duro y centrarse en su carrera como ciclista. De esa forma han llegado los éxitos. Tiene un historial deportivo que ocuparía otra página como mínimo. Ha ganado medallas olímpicas y campeonatos del mundo. Actualmente se está preparando para conseguir una plaza en las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016. Entrena todos los días de la semana, excepto los lunes. Compagina como puede los entrenamientos con el trabajo como empleado del Consulado de Venezuela en Bilbao. Víctor Hugo se siente "un bilbaino más". Vive en Txurdinaga con su mujer y sus dos hijos, que, como el padre, son dos luchadores natos que quieren triunfar en la hostelería. Lo conseguirán.
Últimos comentarios