HAS ENTRADO DENTRO DE MÍ
Es un hombre todavía joven, 55 años. Lleva entre nosotros
2 meses. Cuando llegó, externamente parecía que se iba
a comer el mundo, no porque se manifestase en un plan fanfarrón
u orgulloso; no, nada de eso. Era por su cuerpo fuerte,
alto (rondará por el 1,80) y con una cara y unos gestos que
denotaban una presencia abierta y acogedora.
Desde el primer momento, nos sentimos muy cercanos y
nos tomábamos el pelo. Era una relación muy bonita la que
íbamos estableciendo en el transcurrir de los días.
Tanto él como yo sabíamos lo que ese cuerpo albergaba
en su interior: un cáncer galopante que le iría consumiendo y
apagando.
Lo que nos temíamos ha ido llegando y lleva ya varios días
en los que apenas abre los ojos y le cuesta Dios y ayuda
mover un solo dedo de ese cuerpo tan grande y tan débil al
mismo tiempo.
Ya lleva varios días en los que ya no recibe la comunión,
pues es tal su debilidad que apenas si puede tomar cosas tan
livianas como un poco de yogurt o de natilla.
Viendo cercano su fin, le ha expresado a su compañera,
que apenas se separa de su lado, que desea recibir el sacramento
de la Unción de los enfermos.
Cuando me acerco a su lado para cerciorarme de su deseo,
él abre los ojos y con ellos, ya con muy poca vitalidad, me expresa
su confirmación: sí, quiere.
A lo largo de los minutos que dura la celebración, se le ve
atento, viviendo desde muy dentro lo que estamos celebrando.
El momento es emocionante. A nuestro lado están
su compañera y una sobrina llegada de una provincia cercana,
con el objetivo de despedirse de su tío. Se vive con el corazón
abierto y las lágrimas visibles, lo que todos sabemos.
Cuando termino la celebración con la bendición de San
Francisco, Antonio vuelve a cerrar sus ojos y quedarse, así lo
creo, en una profunda paz.
Vuelvo otro día a ver a Antonio y la escena que se desarrolla
en ese pequeño entorno alrededor de la cama en la que
se encuentra es de una ternura entrañable. Me acerco a él y le
cojo de la mano, dándole ánimos al mismo tiempo. Llega un
momento en que dejo de estar a su lado, para acercarme a su
compañera, que no puede contener las lágrimas. Una persona
que sigue al lado de Antonio nos hace ver que él está alargando
la mano hacia el lugar en el que yo, hasta hace un momento,
me encontraba.
Cuando ella nos expresa la acción que Antonio ha realizado,
la emoción me embarga. ¡Qué precioso es todo esto!
¡Entre tanta limitación, la vida se derrama en ternura! ¡Gracias,
Antonio, gracias! ¡Has entrado dentro de mí!
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