ENTREVISTA A PEPE EXTREMADURA
José Ronseiro Pedro, conocido por todos como Pepe Extremadura, acaba de recibir el Premio 'Veturia', en Ermua, y 'Valores Extremeños', en Cáceres. Emigrante en el barrio bilbaíno de Otxarkoaga, este cantautor extremeño destaca por su permanente defensa de los derechos humanos, por cantar a su tierra, al emigrante, a todos los que luchan por cumplir un sueño. Lleva el nombre de Extremadura por todos los rincones del país, y da a conocer con su música a poetas tan representativos como Gabriel y Galán o Luis Chamizo. Su amigo Francisco Umbral le describió como poeta, prosista, vagabundo de oficio, duro y sombrío, solitario y bueno, con la guitarra al hombro como amor verdadero. Pepe dice lo que sabe, canta lo que cuenta y lo que vive.
–¿Dónde nació?
–En la localidad de Zarza la Mayor. Yo fui el primero de cinco hermanos.
–¿Por qué decidió afincarse en la ciudad de Cáceres?
–Antes de residir aquí, estuve largo tiempo en Aldeacentenera, y si decidí vivir en Cáceres fue porque aparte de ser un encanto de ciudad, reúne una serie de condiciones para mi trabajo. Primeramente está bien comunicada, y además vivo en un sitio tranquilo, donde puedo componer y escribir con absoluta libertad, sin molestar a nadie y sin que nadie me moleste. Por otro lado, tampoco ha perdido el sabor y la esencia de pueblo. Aquí nos conocemos todos y la gente respeta tu trabajo, es agradable, acogedora, muy simpática, y te hace sentir bien. Yo creo que Cáceres tiene atractivos suficientes como para dejar satisfecho al turista más exigente.
–¿La infancia en su pueblo?
–Recuerdo que de pequeño nos trasladamos con mis padres, Paulo Ronseiro y Adelaida Pedro, desde Zarza la Mayor al termino de Calzadilla, donde mis abuelos tenían una pequeña finquita y se dedicaban a las colmenas para vender la miel por los pueblos de la provincia. Me viene a la memoria que íbamos a la escuela del pueblo cogiditos de la mano mi hermana Felicidad y yo. Por el camino cogíamos algunos higos chumbos que picaban mucho, pero con habilidad los abríamos con piedras y nos los comíamos. También nos apostábamos un duro a ver quién descubría antes un nido. El duro lo pagaría quien perdiera, pero cuando fuéramos mayores. Por cierto, mi hermana me debe aún unos cuantos de duros que no pienso perdonárselos, porque las apuestas de niños no prescriben, je, je….
–¿Sus recuerdos de la adolescencia y de la juventud?
–Cuando llegué a Bilbao junto con mis padres, gracias a los desvelos de un cura llamado Jesús ingresé en el prestigioso colegio de Cervantes para cursar el Bachiller. Recuerdo que a la hora de la comida, los hijos de familias pudientes iban al comedor de pago, y yo me iba acompañado de un amigo que estaba en la misma situación, al ser también de familia humilde, a comer juntos nuestro bocadillos, que nos sabían a gloria y que siempre compartimos en una campa que se llamaba la de los Ingleses, por donde pasaba el ferrocarril. Allí, nada más comer, recogíamos puntas de las obras que poníamos en las vías y después de pasar el tren fabricábamos espadas, que para nosotros eran maravillosas y luego las cambiamos por canicas. Eramos escandalosamente felices, tanto es así que hoy seguimos siendo amigos y ese recuerdo tan entrañable nos acompaña siempre.
–¿A qué edad descubrió que quería ser artista?
–Bueno, creo que nada surge de pronto ni por casualidad. Fueron una serie de acontecimientos que hicieron que un muchacho que andaba por ahí escribiendo canciones, tocándolas de vez en cuando para su familia y amigos, al cabo del tiempo se diera cuenta de que realmente esta profesión le gustaba, le llenaba, le permitía escribir, le permitía comunicarse con la gente, le permitía ganarse la vida con ella, le permitía andar por el mundo, conocer, ver, estar cerca de muchas cosas, y más o menos así fue como empezó todo.
–¿Qué música escuchaba habitualmente de pequeño?
–Al principio los discos que había en casa: Antonio Molina, Valderrama, Farina, Concha Piquer, Lola Flores, Manolo Escobar… Después Los Brincos, Los Canarios, Los Bravos, Los Módulos, etcétera, para pasar a Los Beatles, a los Rolling, a los Who y a Bob Dylan sin olvidar a Elvis.
–¿Qué cambiaría de la ciudad?
–Quizás la apatía, la sumisión y la falta de compromiso en cuanto a la gente y en cuanto a la ciudad. Yo la haría más peatonal, porque da gusto darse una vuelta por la plaza y Pintores.
–¿De la capital cacereña y sus alrededores, qué lugar elegiría para poder recargar las pilas?
–Los Barruecos, para darme un baño en verano y dar una caminata con mi cestita de mimbre y llenarla de moras negras.
–¿Qué recetas típicas Extremeñas son sus preferidas?
–Una cazuelita de criadillas de tierra preparadas por el Figón, y un cocido de garbanzos cocinado por mi tía María la portuguesa en Calzadilla a fuego lento, en el puchero, con leña de encina y acompañado de una sopa de pan, coles portuguesas y añadidos de su matanza. Puedo asegurar que el cocido de mi tía María no tiene precio.
–¿Cómo se definiría Pepe Extremadura a sí mismo?
–No me gusta definirme, porque pienso que todo lo que tiende a definir tiende también a limitar, pero diré que nunca me ha gustado ir por la vida con apariencias diferentes, sino, al igual que mi padre, ir de frente y por derecho. Lo que me ha importado siempre es llegar a ser una buena persona, porque es el mejor negocio que uno puede hacer. Que la gente te quiera, que te aprecie, eso es en verdad lo que siempre he perseguido. Hombre, tampoco se trata de ir de tonto por la vida, ésa ya es otra cuestión.
–¿Proyectos más inmediatos?
–Terminar de poner música a poemas de Francisco Umbral, que era un gran amigo. Cuando estaba de alcalde Marcelo Iglesias le traje a Cáceres para que diera el pregón de San Jorge. También me escribió dos letras para Las Hurdes las cuales convertí en canciones, y a partir de ahí me propuse grabar un disco con sus poesías. Para ello cuento con la colaboración, entre otros, de Luis Cobos, Manuel Gerena, Carlos Zubiaga (ex de Mocedades), Luis Mendo o Pablo Guerrero.
Últimos comentarios