«La satisfacción es muy grande»
CARMEN Badiola y Juanjo Navarro son dos personas con un largo historial solidario. Carmen lleva más de treinta años metida de lleno en el mundo del voluntariado. A pesar de haber trabajado toda su vida como funcionaria y criar dos hijos, siempre ha tenido tiempo para las causas ajenas. Desde hace un año es la responsable del proyecto Bizi-Bete de Cáritas, un centro de acompañamiento para personas mayores en Iralabarri. Juanjo, por su parte, es el coordinador del proyecto de acompañamiento en Otxarkoaga-Txurdinaga. Los dos coinciden en que "la satisfacción personal" que les produce la labor que desempeñan "es muy grande".
Juanjo dice que se metió "por casualidad" en este proyecto de Cáritas. Recuerda que "un buen día vi un tríptico, me interesó y fui a ver lo que podía hacer". Eso sucedió en el año 2000, pero antes ya había colaborado en otros trabajos sociales. Por ejemplo, durante años estuvo metido en la asociación de Donantes de Sangre. Sin embargo, Juanjo vio que "quería hacer algo por el barrio y por las personas mayores"
. Así que se incorporó al proyecto de acompañamiento. Actualmente dirige un equipo de 25 voluntarios, de los cuales siete son hombres. Aunque él ya no realiza labores propias de acompañamiento, porque desde 2007 se hizo cargo de la coordinación, todavía guarda en la memoria las anécdotas que mas satisfacciones le han dado durante su época de acompañante. "Es algo que no se puede explicar con palabras", dice. Por eso Juanjo anima a la gente a que pruebe este tipo de voluntariado. "El que entra en esta experiencia", dice, "no sale porque la satisfacción es muy grande". En este sentido cuenta emocionado cómo un hombre afectado por esclerosis múltiple, al que le sacaba a pasear en silla de ruedas, y que ya no podía hablar, "se le encendían los ojos cada vez que iba a buscarle".
Parecida emoción siente Carmen Badiola cuando habla de sus experiencias con los mayores en el proyecto Bizi-Bete que lleva a cabo en la iglesia de los Franciscanos en Torre Urizar. Carmen se embarcó de lleno en esta aventura tras tener a su madre enferma sin poderse mover durante tres años. "Cuando me faltó", cuenta Carmen, "pensé que había que hacer algo, así que contacté con Pili y ella es la responsable de que Bizi-Bete funcione". Un año después de su puesta en marcha, Carmen hace una balance "superpositivo" de su experiencia personal. "Me emociono cuando hablo del proyecto", dice. Y eso que Carmen lleva muchos años metida en actividades altruistas. Su cometido en Bizi-Bete con los mayores no ha hecho que deje de acudir todos los domingos a un comedor social, ni tampoco que trabaje como voluntaria en una acogida de Cáritas donde atienden las necesidades básicas. Carmen se prejubiló precisamente para poder dedicar más tiempo a los demás. "Me llenan estas cosas", concluye Carmen mientras Juanjo asiente con la cabeza.
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