23/02/14
	 
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
	La España de charanga y pandereta,
	cerrado y sacristía,
	devota de Frascuelo y de María,
	de espíritu burlón y de alma quieta,
	ha de tener su mármol y su día,
	su infalible mañana y su poeta.
	El vano ayer engendrará un mañana
	vacío y ¡por ventura! pasajero.
	Será un joven lechuzo y tarambana,
	un sayón con hechuras de bolero;
	a la moda de Francia realista,
	un poco al uso de París pagano,
	y al estilo de España especialista
	en el vicio al alcance de la mano.
	Esa España inferior que ora y bosteza,
	vieja y tahur, zaragatera y triste;
	esa España inferior que ora y embiste
	cuando se digna usar de la cabeza,
	aún tendrá luengo parto de varones
	amantes de sagradas tradiciones
	y de sagradas formas y maneras;
	florecerán las barbas apostólicas
	y otras calvas en otras calaveras
	brilla
	rán, venerables y católicas.
	El vano ayer engendrará un mañana
	vacío y ¡por ventura! pasajero,
	la sombra de un lechuzo tarambana,
	de un sayón con hechuras de bolero,
	el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como
	la náusea de un borracho ahito
	de vino malo, un rojo sol corona
	de heces turbias las cumbres de granito;
	hay un mañana estomagante escrito
	en la tarde pragmática y dulzona.
	Mas otra España nace,
	la España del cincel y de la maza,
	con esa eterna juventud que se hace
	del pasado macizo de la raza.
	Una España implacable y redentora,
	España que alborea
	con un hacha en la mano vengadora,
	España de la rabia y de la idea.

 























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