La máscara del mapache
Se apagan los focos, las cámaras, los gritos. Se cierran los ojos y las esperanzas. Se queda muda el alma en la oscuridad de La Casilla. ¿Qué hay después? Andoni, El Macho, Gago se lame las heridas de una auténtica “batalla”, como argumenta. Carne de alambre de espino. Pura poesía labrada a mordiscos de puño y cabeza, a bocados de hombría, soledad y compañía. Ya cantaron loas a los boxeadores los cantautores, modernos trovadores entre la moneda conocida del púgil como hombre orquesta: entre violencia y poesía; danza y machete. Lugares comunes. Se guardó una carta el devenir y la mística para labrar noches con la canalla en las doce cuerdas. Y, al fondo, en el fondo, las recetas de tiempo, hielo y antiinflamatorios. Ni arte ni ensayo. Tampoco fórmulas mágicas. Las loas visten de morado. También el campeonato de España de los pesos pluma del de Otxarkoaga, que asfaltó agonía en La Casilla. Noche de perros, amanecer caníbal.
Confiesa Gago que se enfrentó a una auténtica “batalla” mientras solapa con la mirada las diferentes heridas de guerra. Viste de Semana Santa el ojo derecho de Andoni mientras el izquierdo asiente. “Lo único es que tengo molestias en el hombro y en el nudillo -el púgil despertó ayer con el puño derecho hinchado-. Me mantengo activo, estoy trabajando y creo que por eso no he notado tantos dolores como podía sentir”, manifiesta El Macho. Tanta actividad le abrió las persianas durante toda la noche del sábado, evitó que se durmiera y provocó que el domingo “pasara todo el día en el sofá de casa”. “Después de cualquier pelea, me cuesta dormir por la adrenalina”. Ahora: “Voltarén, tiempo y hielo para quitar la máscara de mapache que me han puesto”. “El cuerpo es sabio y te vuelve duro y nos hemos acostumbrado a ese umbral de dolor. Además, nos empuja el corazón”, remarca.
Así las cosas, señala Luis Mari Mujika, doctor de la Federación Vizcaina de Boxeo, que “en principio no hay una fórmula mágica para que un boxeador se recupere después de un combate. Hay que hacer un periodo de reposo. Cuando un combate es duro ese periodo es más largo. En principio, si el médico de la velada considera que puede haber castigo severo, hay una serie de normas federativas en las que se obliga al boxeador a estar un tiempo de descanso. Así, antes de efectuar el siguiente combate tiene que mostrar una serie de pruebas médicas que acrediten que puede continuar en el ring”. El control durante la velada, tal y como señalan Gago y el doctor Mujika, es continuo: desde el inicio hasta el final. Cuando acaban, cuando se apagan los focos, ellos se citan y se miden. El médico de la cita hace un registro de la actividad de los dos púgiles para prevenir posibles lesiones. No obstante, hay diferencias entre el boxeo profesional y el amateur, en el que se usan unas medidas más garantistas para evitar contratiempos mayores que las contusiones y los traumatismos leves derivados de los golpes. “En el campo profesional, la mayoría de los golpes van dirigidos a la cara, por lo que lo más habitual son traumatismos en la zona nasal, aparte de las contusiones y las heridas”, revela el doctor de la Vizcaina. Pero siempre hay otra opción, más dura, más gris: “Siempre tenemos la espada de Damocles en la zona cerebral. Es lo que siempre tratamos de evitar. Hacemos un seguimiento antes, durante y después del combate. A la menor duda, le enviamos a un centro. Con un K.O. o con un combate muy duro establecemos un periodo preceptivo de descanso de 28 días sin competir y sin entrenar, puesto que un segundo golpe puede ser más catastrófico aún que el primero”. Pero, tal y como aclara el galeno, se trata de casos límite, totalmente infrecuentes. De hecho, Andoni Gago, tras apurar el tiempo y las fuerzas el pasado sábado frente a Marc Vidal, su Vietnam, apenas acumula heridas de La Guerra en las contusiones del rostro, hombro y mano. “Lesiones agudas, como por ejemplo una hemorragia cerebral, son muy poco frecuentes. Llevo 25 años como médico de la Federación de Gipuzkoa y ahora de la Vizcaina y afortunadamente no he visto ningún caso”, revela Mujika.
Así, con El Machito como ejemplo, manos y nariz se acumulan como las zonas más castigadas. “Más que fracturas de nariz se producen microrroturas que pueden deformar la zona nasal. Prevenir es complicado. La nariz es la parte más prominente de la cara, es la proa de un barco, lo primero que te encuentras. Queramos o no queramos, los golpes van ahí. Con el tema de las manos, hay gente con mayor facilidad para tener problemas en ellas. Por ejemplo, la lesión en el primer eje de la mano, el dedo pulgar, es típica de los neófitos, que no tienen excesiva técnica. Supuestamente, con técnica el primer dedo queda protegido”, sostiene Luis Mari Mujika, quien apostilla que “lo lógico y normal es que no haya lesión alguna en un combate”.
Los focos no alumbran esa parte, la lejanía de los días amarillean el rostro, las contusiones, las heridas, pero confirma Gago que “esto es sacrificio, constancia, empeño y que te gusta lo que haces”. Con El Machito, La Guerra y las “batallas” se escriben las historias. Las doce cuerdas tienen alma, que no se apaga con la campana. Después, el cinturón se luce con “la máscara del mapache”.
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