PLAN ESPECIAL EN UN CENTRO DEL BARRIO
Hace dos semanas que un varón, tras haber pasado por un proceso de divorcio, mató en Asturias a sus dos hijas de 7 y 9 años con una barra de metal y luego se suicidó. Hoy la Ertzaintza presta protección a 5.000 mujeres, 34 de ellas necesitan escolta. De los 470 administradores de las compañías del Ibex-35, solo 87 son mujeres. De media, las científicas y técnicas cobran un 30% menos que sus compañeros por el mismo trabajo. Todo el mundo sabe quién es Einstein, Sócrates o el surrealista Max Ernst. ¿Y a Milena Varic?, ¿Aspasia de Mileto?, ¿Leonora Carrington?…
Todo lo anterior son algunas de las caras que toma el sexismo. Desde las instituciones se han aprobado leyes y mecanismos para combatir la desigualdad entre hombres y mujeres, cuya consecuencia más lacerante es la violencia de género. Hay poco que hablar sobre su eficacia. Todo el mundo coincide en que el único antídoto contra el machismo es incorporar la igualdad a las políticas educativas.
A lo largo de los últimos años se han puesto en marcha diversos programas de sensibilización en la escuela vasca. Pero hasta el año pasado no existía un plan integral del Gobierno vasco sobre coeducación y prevención de violencia de género. El plan impulsado por el Gabinete de Cristina Uriarte persigue transformar las escuelas mixtas en coeducadoras. Un total de cien centros educativos se han acercado a este programa pionero. Pero solo diez desarrollan este curso un proyecto de centro integral en coeducación. Una vez evaluados, servirán de modelo para el resto del sistema educativo. Uno de estos centros pioneros es el Instituto Gabriel Aresti del barrio bilbaino de Otxarkoaga.
DEIA se acerca hasta el instituto de este distrito popular de la capital vizcaina. Ya en la verja blanca del exterior hay algo raro, un código QR. Lo descargas desde el móvil y puedes ver doce vídeos sobre el hombre y la mujer nueva. Es un ejercicio de Filosofía de 1º de Bachillerato. Al llegar al vestíbulo destaca un mural enorme con un punto lila (símbolo contra la violencia machista) confeccionado con hojas secas y papel. Es otro ejercicio realizado en Plástica. No hay confusión, este es el centro de Otxarkoaga del plan de coeducación. Se nota incluso antes de hablar con nadie del programa.
Desde el Departamento de Educación explican que para ser un centro integral se pide que “tenga una trayectoria de trabajo en el tema” y contar con la “unanimidad del claustro y las familias”, dos requisitos que el Gabriel Aresti cumple. “No partimos de cero” dice Ana Ureta, responsable del proyecto integral del instituto. Explica que hace 32 años María José Urruzola creó Marisoro, un proyecto feminista para trabajar en coeducación. Este enfoque se ha ido desarrollando hasta la fecha en el centro, pero “de forma voluntarista”. “Ha sido un trabajo poco reconocido, porque teníamos esa intuición, porque sacábamos tiempo para plantear cuestiones de género. Sin embargo, el Gobierno lo que nos ofrece precisamente es el respaldo y crédito horario que nos permite reflexionar sobre cómo darle la vuelta a dinámicas y hacer las cosas de forma más participativa”. Desde el punto de vista de esta profesora, la principal virtud del programa “es que consigue que el prisma de la coeducación involucre a todo el profesorado”.
Ureta coordina la Comisión de Igualdad del instituto, en el que toman parte siete docentes, y desde donde se trabaja para implicar a todos los departamentos para que incorporen en sus programaciones el enfoque de la igualdad. La coeducación ya está presente desde su Agenda 21 a Eskola 2.0, la Comisión de Euskera y los protocolos de actuación del Observatorio de la Convivencia del centro. “Lo importante del programa es que todos los proyectos deben girar alrededor del eje central de la coeducación”, apunta Ureta.
El profesorado asiste a diversos seminarios organizados desde el Berritzegune. Los ciclos buscan que el profesorado “incluya en sus programaciones, en los planteamientos educativos que llevan al aula, el punto de vista de la coeducación”. El objetivo final no es dar clases de coeducación, simplemente que “exista esa mirada”. Sin embargo, en las tutorías sí se trabajan temas relacionados.
Esta formación acaba en el aula mediante distintas actividades. El alumnado ha trabajado diversidad sexual con Berdindu en 2º y 4º de ESO. En 1º de Bachillerato han tomado parte en el proyecto Irene de la asociación Murgibe de prevención de violencia de género. A partir de enero 1º, 2º y 3º de ESO van a trabajar en sesiones de siete tutorías de Beldur Barik, en las que se van a tratar diferentes temas como la autoestima, la identidad, los estereotipos o la violencia de género. En el seminario de inglés van a empezar a leer un libro en el que se abordarán los estereotipos de género. Y los cursos más avanzados, por ejemplo, verán un vídeo de la conocida actriz británica Emma Watson en la ONU a favor de la igualdad. El catálogo de acciones es amplio y en constante crecimiento.
Las familias también se han involucrado y comparten el destino de este proyecto integral. “Apoyamos lo que plantean para trabajar con nuestros hijos e hijas y nosotros también queremos organizar alguna sesión formativa para los padres y madres interesados e implicarnos”, comenta Mertxe Luzuriaga, ama de un estudiante que cursa 1º de Bachillerato. “Todo lo que se haga en el centro está muy bien, pero en casa tenemos mucho que hacer”, sostiene Luzuriaga. Desde su punto de vista, hay que ser conscientes desde casa y predicar con el ejemplo. Una tarea que, en ocasiones, no es sencilla. “Hay que pensar con el chip de la igualdad y la coeducación para que no se nos escapen muchas cosas que tenemos ahí de tópicos aprendidos”. Aunque no es el único proyecto que está trabajando el instituto, le parece que es “de lo más básico y fundamental que se puede trabajar en la escuela porque tanto en casa como en la escuela estamos educando a los hombres y mujeres del futuro. Y eso es básico, fundamental y muy necesario”, añade Luzuriaga.
En el instituto se presta especial atención a la educación sexual y el respeto a la diversidad sexual. Se han hecho mesas redondas con asociaciones como Hegam o el Colectivo de Lesbianas Feministas de Bizkaia. “Tenemos claro que el centro tiene que ser un espacio en el que gais, lesbianas y transexuales se sientan protegidos, escuchados, acompañados y puedan vivir con libertad”, indica Ureta. Las palabras de esta profesora encierran una gran carga de profundidad. Y es que, según el último estudio elaborado por el servicio Berdindu, el 25% de la juventud vasca en una horquilla de edad de 13 a 16 años confiesa que en algún momento ha cometido un acto homófobo. “Queremos que el instituto sea el lugar en que cada estudiante haga su plan de vida en todos los sentidos: personal, profesional y sexual”, añade Ureta.
SEXUALIDAD Y REDES SOCIALES Los talleres sobre sexualidad organizados han servido para “responder a algunas dudas que teníamos”, apunta Jone Uriarte, estudiante de Bachillerato. Karla Gollanes es su compañera de curso y ambas han tomado parte en la performance organizada el 25-N para denunciar la violencia sexista. Ambas reconocen la utilidad de los talleres de educación sexual, un tema con muchos mitos y silencios a ciertas edades. Karla confiesa que “con los aitas nos da vergüenza hablar de estos temas, lo hablas quizás con tu mejor amiga”. Por eso, dice, “es muy importante que traigan estos talleres al centro porque puedes hablar de ello y hacer preguntas de forma anónima”.
Otro de los caballos de batalla es detectar los micromachismos y el control que ejercen los jóvenes sobre sus parejas a través del móvil. El 25% de las jóvenes afirma que su novio la vigila a través del móvil, pero no lo considera una forma de control. En este caso, controlan ellos y controlan ellas. Al respecto, la profesora Ainhoa Subinas comenta que “el reto que tenemos es abordar el tema de las redes sociales como canal de micromachismo, machismo o ultramachismo”. Admite la existencia de dificultades para hacerlo porque “en nuestra generación no somos nativos digitales, hay un salto entre nosotros y la juventud de ahora, y ahí se dan unas pautas y unas formas que a nosotras se nos escapan”. No obstante, es optimista. “Lo que hay que hacer es convertir el móvil y las redes sociales en una herramienta de lucha contra el machismo”. No en vano, dice, “de la misma manera que se envían mensajes negativos se puede usar en positivo”. Aún así reconoce que “como generación hay mucho por hacer en el mundo virtual”.
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