La identidad social de un barrio construido de la noche a la mañana
Si preguntamos a un vecino de Otxarkoaga cómo le gustaría que se describiera su barrio, tan solo diría que como un barrio ‘normal’. Un barrio obrero, como tantos otros, con gente honrada y trabajadora, gente que se ha sabido buscar la vida ante las circunstancias adversas que lo persiguen desde su fundación. Pese a ello, hoy la realidad destruye el mito y Otxarkoaga puede presumir de ser uno de los distritos más seguros de todo Bilbao. No lo dicen sólo sus vecinos, las estadísticas lo atestiguan. El año pasado Otxarkoaga fue el barrio en el que menos delitos se cometieron de toda la capital vizcaína. Los datos de la memoria de actividad de la Policía Municipal y de la Ertzaintza, publicados el pasado mes de febrero, corroboran un descenso del 7,3% durante 2014.
Sin embargo, el estigma de la droga y la delincuencia, por el que antaño fuera conocido, aun pesa como una losa sobre este distrito bilbaíno que ha pasado ‘por todo’: la integración de culturas; el abandono; la crisis industrial de los ochenta, con lo que ello supuso, y su posterior renacimiento alentado por las asociaciones de vecinos, que lucharon por dotar de dignidad los 114 bloques y calles que se construyeron sin sintonía en un tiempo récord de un año. Hoy, hartos ya de ‘leyendas negras’, sus ciudadanos cultivan el orgullo de ser de ‘Otxar’. “Porque sí, porque las dificultades nos han hecho ser lo que somos: gente luchadora que ha sabido tirar hacia delante”, defiende Mikel Toral, responsable de Industrias Culturales en Bilbao Ekintza, criado y crecido en el barrio.
Un pueblo tiene su historia, sus raíces, su pasado; pero en un barrio hay que crearlo y sus vecinos lo consiguieron con la reivindicación social por estandarte. Las luchas vecinales son históricas en Otxarkoaga. “Incluyen dos encierros de varios días en el salón de plenos del Ayuntamiento a finales de los 70, en los que se reivindica que se asuman las carencias de construcción y se urbanice el barrio”, recuerda Toral sobre unos inicios en los que no tenían jardines, ni escuelas, ni ambulatorio. “Se construye un barrio de la noche a la mañana. Se deja en un territorio relativamente pequeño a cerca de 5.000 familias de diferentes procedencias. Se tiene que conformar una comunidad con culturas diferentes, lo que supone un reto pero, a la vez, una riqueza que la gente ha sabido aprovechar”, asegura. Por ello, no es casual que en Otxarkoaga surgieran las primeras asociaciones de vecinos de España, a raíz de la Ley de 1968, “desde donde nacen todas las reivindicaciones”.
Una lucha protagonizada por mujeres
En su mayoría familias castellanas, gallegas, extremeñas y andaluzas, junto a una importante comunidad gitana, recalaron en Otxarkoaga. “No tenemos monumentos, lo que tenemos es gente que ha trabajado por salir de la pobreza y ofrecer a sus hijos un futuro mejor”, cuenta el responsable de Industrias Culturales, sobre una lucha en la que destaca la figura femenina. “Los padres trabajaban en las grandes empresas como Altos Hornos o La Naval, así que las madres no solo cuidaban de su prole, sino que fueron las protagonistas del movimiento ciudadano. En los años más duros de la lucha vecinal las presidentas eran mujeres”, subraya Toral.
Vinculado desde sus inicios a la política sindical con una clara incidencia de la UGT, la identidad de “clase obrera, reivindicativa y peleona” ha estado presente en toda su trayectoria como comunidad. “Es un barrio muy de izquierdas en el que siempre ha sido mayoritario el PSOE y, curiosamente, también ha tenido un dato importante HB”, cuenta Toral, que en 1986 inauguró el Centro Cívico, desde cuyas instalaciones se esforzaron por aumentar la autoestima de sus habitantes. “Era muy duro ver cómo te instauraban el sambenito de la droga o la delincuencia cada vez que salías por ahí y decías que eras de aquí”, rememora.
El ‘Otxar’ de hoy en día
El barrio ha sabido encontrar fuerza en la adversidad y, aunque siguen siendo patentes los problemas en torno a la vivienda o el envejecimiento de la población, “cuenta con una escuela puntera de formación profesional que trabaja por la educación inclusiva y un movimiento comercial importante, compuesto por un buen número de autónomos de toda la vida y jóvenes emprendedores; así como una asociación de jóvenes muy comprometida que ofrecen un servicio de atención a menores, entre numerosas actividades”, resume Txutxi Paredes, profesor y responsable de Comunicación del centro.
En honor a sus raíces las reivindicaciones continúan, ya que Otxarkoaga actúa todavía hoy como reserva para la gente con dificultades sociales. “El barrio empieza a tener un problema: la gente joven se va porque va ascendiendo en la escala social, la gente mayor va muriendo y todos los realojamientos y alquileres nuevos se dan a familias con dificultades”, cuenta Paredes. “Está claro que hay que dar esas ayudas, pero lo que no es lógico es concentrar a todos en un mismo barrio porque una comunidad tiene una capacidad de absorción limitada”, señala el profesor. En el último año se han ido tomando medidas para revertir esta situación, pero aun no son suficientes. El debate está abierto y Otxarkoaga, como siempre, dispuesto a enfrentar la batalla.
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