Gago, proyección europea
https://youtu.be/SNJ25tNGUmI
Los Tigres del Norte ponen la canción: Morir Matando. Así es Andoni Gago, que defiende el cinturón de campeón de España de peso pluma por segunda vez: de morir, lo hace matando. Es la sintonía que acompaña al Machito de Otxarkoaga, con su calzón tricolor de la bandera de México, evocando a un estilo de boxeo, cuando salta al ring del pabellón bilbaino La Casilla. Enfrente está el aspirante madrileño Sergio Romero, Sugar, le apodan. Al local le avalan 10 victorias, 1 derrota y 1 nulo en combate, y al visitante, 8 victorias, 4 derrotas y 4 nulos. El litigio supone la retención del título para uno, Gago, o la obtención para el otro, Romero, que afrontaba su tercer intento, contados por nulos los dos anteriores. Para el púgil del barrio de Bilbao, que ostenta la abrazadera, traspansando las fronteras meras del contexto, el éxito implica el acecho a un título continental, el europeo que es su ahora anhelo. Mucha tela.
30 años contra otros 30. 165 centímetros versus 169. Pacto en 57 kilos. La pelea se despertó frenética, como el combate en general, despiadado. Gago, que auguraba un “saldré a por todas desde el primer asalto”, fue cumplidor, servidor de espectáculo. Llevó la iniciativa, bailó hacia Romero, encajonándole, con movimiento, sin cuartel, asumiendo, buscando las distancias cortas, su explosividad. No dio oxígeno.
En el segundo asalto chocó Gago con un contratiempo. Un cabezazo involuntario de Romero le abrió la ceja. Entró el médico. Mala pinta. Fue un desliz, un paréntesis como consecuencia. El púgil de Otxarkoaga perdió el norte. Cedió. Su propuesta se desdibujó. Reculó por instantes. Romero castigó. Buscó la brecha con su zurda. La ceja derecha de Gago manaba. Sus opciones flaquearon. Nacieron dudas durante un par de asaltos. Y es que en el tercero, un hecho similar, conexión de cabezas, le supuso a Romero la resta de un punto. La propuesta de proximidad de Gago, evitando la media y larga distancia del aspirante, su técnica, hacía que las testas se vieran cercanas y en este sentido padeció el de Otxarkoaga.
Para el quinto turno El Machito se recompuso. Reverdeció su propuesta. Recuperó el tono. El de un vals frontal. Perseguía un pantalón azul y dorado. Comenzó a castigar un rostro menos flagelado hasta entonces. La sangre en la cara de Gago le dibujaba frágil, pero concedió tono de épica al pleito. Los asaltos 6, 7 y 8 mandó el púgil local, jerárquico. El tiempo se consumía y Gago era efervescente. Crecía; la cara de Romero se hinchaba. El lance ganaba intensidad, la de Gago. En el séptimo turno, el toque de campana sostuvo en pie al madrileño. La balanza se inclinaba.
ROMERO EMPIEZA A TEMBLAR En el octavo round el defensor de la corona se proyectaba sediento. Golpeó con rabia. Mandó a Romero contra las tensas horizontales. Disparó como a un saco, a una diana, con posta. Acertó y rompió al boxeador madrileño, que temblaba. Encajó un crochet de izquierda, pero, con pundonor, rocoso, se sostuvo en pié. Le agarraron las cuerdas.
El noveno y décimo asalto fueron el epílogo del preludio. Gago, eternamente aguerrido, fue dominante. En el anteúltimo turno puso el compresor. A Romero le sostuvo el cuadrilátero, la pared de la caja acordonada. Estaba rendido a los embistes, a una propuesta de insistencia, de jamás renuncia al ataque, a la mexicana, a tumba abierta, persistente. Tú das; yo devuelvo más. El Machito hundió a Romero, que resoplaba en su banco. Se le escapaba el cinturón. El proclamado en 2014 interino del título Latino de la WBC veía más cerca la lona que el cuerpo de Gago.
En el décimo y postrero asalto, el juez decretó victoria por K.O. técnico. Gago, tras conectar golpes para consumar, después de atacar como si fuera perdiendo en lugar de teniendo la victoria en sus manos, seguirá soñando con un título europeo. A unos 20 segundos para el dictamen a los puntos decidió El Machito, primero de derecha y seguido, como un reflejo, de izquierda. Romero se tambaleó. No hubo debate. Gago había ejecutado quizás su mejor actuación profesional. El mozo de almacén, boxeador por sacrificio voluntario, con su tercer título estatal, con su segundo K.O. en 11 victorias, confía en que la gesta de ayer, preciosa, donde la cátedra no le otorgaba el favoritismo, extienda sus fronteras. Mira ahora hacia cotas continentales. “Son muchas semanas de trabajo para esta pelea. Y aquí está el resultado”, el que, espera, cumplida su defensa, le conceda un billete para la disputa del cinturón europeo, otra dimensión.
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