50 años de la huelga de Bandas (noviembre 1966-mayo 1967)
Se han cumplido 50 años del inicio de la huelga más larga desarrollada durante el franquismo. La huelga de Bandas, como anteriormente la de los mineros de Asturias en 1962, representó un cambio en la percepción del movimiento obrero en la lucha contra la dictadura, se podía luchar, se podía aguantar, la solidaridad daba fuerza y se compartían experiencias que animaban a otras empresas y/o sectores. Después de la derrota de 1939 y la durísimo represión, el movimiento se recomponía y llegó a convertirse en el factor decisivo de la crisis política y social de los últimos años del franquismo.
Para recordar esta conmemoración reproducimos extractos de un folleto publicado en 2011 por la Fundación José Unanue, de las CCOO de Euskadi, escrito por José Antonio Pérez Pérez, con la colaboración de Oscar Arenas Velasco y Estibaliz Montero Mendoza.
La década de los años sesenta del siglo XX constituyó uno de los periodos más intensos y determinantes en la historia reciente del País Vasco. Las profundas transformaciones sociales que tuvieron lugar durante aquellos años marcaron de forma decisiva su evolución posterior.
El origen del conflicto
La huelga de Bandas de Laminación de Echévarri, fue la más larga y enconada que tuvo lugar durante el franquismo. Desde su puesta en funcionamiento, en 1959, los trabajadores de esta empresa gozaron de unos sueldos superiores al resto de plantillas del sector, gracias a la suma de diversos conceptos retributivos y a la participación en los beneficios. Esta política evitó las huelgas durante los primeros años, pero no fueron solamente motivos económicos los que disuadieron a los trabajadores de su participación en las protestas laborales. La juventud de la plantilla, su escasa experiencia conjunta y su heterogénea composición fueron determinantes en esta situación.
Hubo en el origen de este conflicto un hecho que provocó un cambio importante en el comportamiento de los trabajadores. La Sociedad Anónima Basconia se hizo con la mayor parte de las acciones de la empresa y decidió una modificación sustancial de la política salarial aplicada hasta el momento. Como consecuencia de ello comenzaron a producirse, a partir de 1964, los primeros conflictos de una cierta importancia. Las reivindicaciones salariales dieron lugar a una huelga de 15 días, que se saldó con una subida del 16% y la promulgación de una Norma de Obligado Cumplimiento. La empresa aceptó la resolución, pero adoptó otra serie de medidas con el fin de compensar esa subida salarial, como la paulatina eliminación de varios conceptos retributivos, como el devengo graciable, que podía llegar a representar, según el ritmo de la producción, hasta un 70% del salario total. A partir de la aplicación de estas medidas el salario de los trabajadores se situó en los niveles de 1962. La reducción establecida sobre las primas de producción se hizo extensible a la mayor parte de los departamentos, mientras las solicitudes enviadas por los trabajadores a través de los cauces reglamentarios con el fin de corregir aquella decisión fueron sistemáticamente rechazadas por la dirección.
Existieron, además, otros factores que contribuyeron a alimentar el conflicto. Uno de los más importantes fue la aplicación de una determinada concepción de la disciplina empresarial que provocó un fuerte rechazo entre los trabajadores. Tanto la Reglamentación de Trabajo de la Industria Siderúrgica como el Reglamento de Régimen Interior de la empresa recogían los pormenores del régimen disciplinario. Pero entre la rigidez de los textos y su aplicación existía un cierto margen de maniobra. La restrictiva interpretación de ambas ordenanzas por parte de la empresa suscitó un notable malestar en la plantilla que fue creciendo de forma gradual, sobre todo cuando las reducciones salariales comenzaron a aplicarse e incrementaron la tensión.
Por otro lado, el sistema disciplinario establecido como consecuencia de la puesta en práctica de los fundamentos teóricos de la Organización Científica del Trabajo, resultó a la postre tan estricto como la presencia de los vigilantes o la aplicación estricta de los Reglamentos de Régimen Interior. La adopción del sistema Bedaux desde comienzos de los años 60 fortaleció el régimen disciplinario, sometiéndolo al dictado del cronómetro. La imposición de los nuevos sistemas de métodos y tiempos implicó además una recalificación de los puestos de trabajo y el establecimiento de un sistema de primas determinado por diversos coeficientes (producción, calidad, etc.). Su puesta en funcionamiento afectó a la mayor parte de la plantilla. Los profesionales de oficio sufrieron directamente un proceso de descualificación y la pérdida de control directo sobre el trabajo. Por su parte, los trabajadores inmigrantes, escasamente cualificados, pese a sufrir en menor medida dicho proceso, se vieron afectados directamente por unas formas de disciplina totalmente ajenas a su tradición y experiencia.
La presencia de los cronometradores y el nivel de rendimiento exigible para las mediciones de las denominadas Unidades de Productividad (U.P.), añadieron un elemento más de tensión a las relaciones laborales. Estas circunstancias fueron deteriorando las condiciones de trabajo, hicieron que en la plantilla se extendiese un gran malestar y comenzase a producirse un importante cambio en las actitudes de los trabajadores. Todo ello fue alimentando la formación de un conflicto latente en la empresa que no tardaría en estallar.
Las primeras manifestaciones de ese conflicto se expresaron a partir de formas primarias de resistencia que trataron de responder al fuerte ritmo de producción impuesto por la empresa. Mediante el “control” de los elementos más dotados para el trabajo en serie se trató de rebajar el ritmo de la producción que facilitase el cobro de las primas.
Este tipo de acciones no se produjo de una forma totalmente espontánea. El malestar provocado en la empresa y la experiencia del conflicto de 1964, propiciaron el contacto de un incipiente grupo de obreros preocupados por la mejora de las condiciones laborales, que con el tiempo se irá concretando en la formación de una comisión de trabajadores. Alfredo Izquierdo, uno de los más destacados líderes de la Huelga de Bandas, recuerda como se fue organizando aquella primera comisión y la composición de la misma: “La heterogénea composición del equipo -tal y como se denominó posteriormente, aunque en la práctica funcionó como una comisión obrera-, resultó fundamental en la evolución del conflicto laboral”.
Pese a su escasa experiencia, este grupo, al que se fueron incorporando nuevos elementos, desarrolló una importante labor mediante la celebración de reuniones y asambleas, similar a la impulsada por otras comisiones de fábrica de la provincia. La adopción de las primeras acciones colectivas propició también la aparición de los primeros “líderes” obreros en una plantilla carente de referentes históricos. Todo ello contribuyó a estrechar la relación entre los trabajadores y sus representantes en los meses previos a la huelga.
Por último, habría que destacar el contexto social de la propia zona, y más en concreto el área determinada por las localidades de Basauri, Echévarri o Galdácano, donde residía la mayor parte de los trabajadores de la plantilla. Meses atrás otro conflicto huelguístico, producido en este caso en la empresa Firestone, había provocado la aparición de algunos de los elementos que a la postre resultarían determinantes en el desarrollo de la huelga de Bandas: la participación masiva de los trabajadores y sus familias en manifestaciones y asambleas en la plaza de Basauri y la publicación de hojas informativas de carácter periódico. Todas estas circunstancias contribuyeron a crear un caldo de cultivo especialmente propicio para que el conflicto de Bandas fuese adquiriendo una dimensión social que terminó por desbordar, tanto a la empresa como al propio régimen franquista.
5 Entrevista realizada a Alfredo Izquierdo. Fondo de Biografías obreras y militancia sindical de las Comisiones Obreras de Euskadi.
Desarrollo de la huelga.
Los primeros paros en la empresa se produjeron el día 30 de noviembre de 1966, como consecuencia de la reducción de primas a la producción, una decisión que la dirección trató de justificar con argumentaciones estrictamente técnicas. Sin embargo, la paulatina eliminación de las primas en otros departamentos de la empresa puso en cuestión este argumento, tal y como expresaron los propios trabajadores a través de diferentes escritos. Alfredo Izquierdo recuerda como percibió la mayor parte de la plantilla aquella circunstancia: “A la vez nos dice la empresa que les debemos no se cuantos millones porque dicen que ha habido un error en la fórmula del devengo graciable y les debemos ese dinero. Y esa es la chispa. Ya habíamos montado el equipo para entonces”.
La reunión mantenida por la representación social con la Inspección de Trabajo no permitió ningún tipo de acuerdo ante la inhibición de esta última. En medio de este contexto comenzaron a producirse las primeras medidas coactivas de la empresa, que provocaron la radicalización del conflicto. Tras la suspensión de empleo y sueldo de los huelguistas y la negativa de la empresa a entablar negociaciones, el primero de diciembre se procedió a la entrega de cartas de despido a los trabajadores en caso de persistencia en su actitud. El conflicto había estallado y comenzaron las primeras movilizaciones.
Uno de los factores que sirvió para impulsar el conflicto fue la edición y distribución de una serie de comunicados diarios elaborados por los trabajadores en huelga, las hojas informativas. La primera de estas hojas apareció el día 1 de diciembre de 1966. Los trabajadores eran conscientes de la imposibilidad de que su situación y reivindicaciones fueran recogidas en la prensa de la época y por ello pusieron en marcha una estrategia informativa que demostró rápidamente su eficacia. La utilización de un medio de información diario contribuyó al mantenimiento de la huelga y a la extensión de la red de solidaridad que trascendió incluso fuera de la provincia. Esta estrategia resultó determinante para unos trabajadores jóvenes y carentes de experiencia sindical. La búsqueda diaria de las infraestructuras necesarias para la edición de las hojas, debido a su propio carácter clandestino, se convirtió en un factor decisivo que constituyó en si misma un reto para los huelguistas hasta adquirir la categoría de un verdadero símbolo de resistencia.
Un día más tarde de la aparición de la primera hoja informativa se produjo la expulsión de los trabajadores encerrados en la empresa. Cincuenta miembros de la Guardia Civil mandados por un capitán de este cuerpo obligaron a los concentrados a desalojar las instalaciones de la factoría, como se recuerda en Nuestra Huelga, el libro editado por los huelguistas unos meses más tarde, donde se recogen todos los pormenores de aquel conflicto: “El capitán que los mandaba, después de pasar un rato en las oficinas se presentó en el comedor y comunicó que tenía orden gubernativa de desalojar la fábrica. Por nuestra parte le exigimos la presentación de la orden escrita a lo que nos contestó: Yo recibo las órdenes por teléfono. Nuestra respuesta fue clara: “No nos marcharemos sin una orden por escrito”. Entonces comenzó el capítulo de amenazas que culminó a las 11 de la noche en que -después de planear la acción con la dirección y los ingenieros- unos cincuenta guardias armados con metralletas y fusiles nos forzaron a salir amenazándonos con las culatas de sus armas. Primero salimos los del comedor y luego nuestros compañeros de los talleres. Se nos reunió a todos delante de las oficinas rodeados por los guardias; el espectáculo era como para llenar de gozo a nuestros explotadores, que observaban tras las ventanas la marcha de la operación”.
Coincidiendo con el desalojo de la empresa se produjo la ocupación de la sede del Sindicato Vertical en Basauri por parte de las mujeres de los huelguistas. Alrededor de unas doscientas acudieron al llamamiento realizado a través de las primeras hojas informativas con el fin de apoyar las reivindicaciones de los representantes obreros del Jurado de Empresa reunidos en la sede del sindicato. La ocupación de las mujeres se extendió durante más de cuatro horas y generó una situación que desbordó a las autoridades. En este contexto la incorporación de las mujeres al conflicto a través de diversas acciones, incluida la participación en algunas asambleas, contribuyó a reforzar la moral de los huelguistas, al sentirse arropados por sus familias, como recuerda José Antonio Osaba, uno de los líderes más carismáticos de la huelga.
O todos o ninguno
Sin embargo, a pesar de la importancia de estos episodios, e incluso e la intimidación que sufrieron los huelguistas y sus mujeres durante aquellas primeras horas del conflicto, hubo varios factores que impidieron o retrasaron la reacción más dura por parte de las autoridades. Por un lado, estaban las propias circunstancias políticas. En esos momentos el régimen franquista se encontraba enfrascado en plena campaña a favor del referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado y una actuación represiva de gran calado hubiera puesto en evidencia aquella operación de carácter propagandístico. Por otro lado, los trabajadores decidieron en asamblea canalizar el conflicto a través de las instancias oficiales y mantener a sus representantes sindicales en los cargos electivos; una estrategia posibilista que buscó, además, proteger a sus interlocutores legales, es decir los enlaces y miembros del jurado, evitando en lo posible las represalias y desligando las reivindicaciones laborales de cualquier otro tipo de cuestiones políticas.
Una empresa difícil, sobre todo en un contexto donde cualquier conflicto laboral era considerado por el régimen franquista como un conflicto de orden público, como afirmaban por entonces las propias autoridades franquistas.
En todo caso, como recuerda José Antonio Osaba, la intención y la estrategia de aquella comisión era bien clara: “… una de las razones del éxito o al menos de que pudiese extenderse durante tanto tiempo la huelga, fue que fuimos muy tácticos. Mantuvimos un nivel bajo. No le dimos a eso un carácter de ir contra la dictadura. Tratamos de que se considerase como un conflicto sindical, de un conflicto de una empresa porque no teníamos más fuerza que la que teníamos”
La resolución de la Delegación de Trabajo en primera instancia reconoció la ilegalidad de la reducción de las primas, pero ello no significó la vuelta a la normalidad. Los trabajadores se negaron a incorporarse a sus puestos en el convencimiento de que la empresa había decidido la expulsión de un grupo de huelguistas. Y no se equivocaban. Las sospechas se confirmaron rápidamente: 34 trabajadores -los que formaban el grupo dirigente-, no fueron readmitidos. La reacción del resto de la plantilla no se hizo esperar. El lema nacido en la asamblea, Todos o ninguno, se erigió en una reivindicación innegociable para los huelguistas durante los siguientes meses.
Sin renunciar a la celebración de reuniones y actos clandestinos, los trabajadores comenzaron a organizar su defensa, dejando la resolución del problema definitivamente en manos de la Magistratura de Trabajo. La sentencia favorable a la empresa reconoció la legalidad de la expulsión de los trabajadores, pero la decisión, lejos de ser aceptada, radicalizó la postura de los huelguistas. A partir de ese momento su labor se centró en la reivindicación de la readmisión de los despedidos bajo el citado lema.
Las protestas contra aquellos despidos generaron un ambiente social de identificación y solidaridad con los huelguistas. Los paros producidos en empresas tan significativas como Euskalduna, La Naval, GEE o los graves problemas surgidos en el Tren de Laminación de Bandas en Caliente de Ansio de AHV, alertaron a las autoridades, que comenzaron a percibir la importancia que podía tener la extensión de un conflicto que crecía por momentos. Pero la solidaridad de los trabajadores de otras empresas no solo se manifestó a través de esta serie de paros, sino también a partir del envío de determinadas cantidades de dinero que fueron distribuidas entre los huelguistas y sus familias para tratar de resistir durante los más de cinco meses que duró el conflicto.
El despido de los representantes sindicales de Bandas, la expulsión del país de uno de los dirigentes de la huelga, José Antonio Osaba, y las manifestaciones que se produjeron en Bilbao, Sestao, Baracaldo y Basauri, hicieron cada día más difícil cualquier posibilidad de acuerdo entre las partes. La estrategia seguida por la empresa mediante el envío de cartas, invitando a parte de la plantilla a la vuelta al trabajo, o los intentos de contratación de trabajadores llegados de fuera de la provincia, lejos de apaciguar los ánimos de los huelguistas, terminaron por soliviantarlos aún más, especialmente contra el director Gondra, a quien responsabilizaron de la situación.
La represión
En los meses siguientes, y ante la imposibilidad para reconducir el rumbo del conflicto, las autoridades de la provincia procedieron a la represión de “cualquier intento de alteración del orden”. Las asambleas públicas celebradas en la plaza de Basauri fueron controladas por las autoridades a través de policías secretas. La negativa del sindicato vertical para disponer de los locales llevó a los huelguistas a utilizar otros lugares de reunión, como la parroquia de aquella localidad y otras cercanas.
Pero nada fue comparable con la operación que desplegó la Guardia Civil el 12 de marzo de 1967. Coincidiendo con la huelga fueron detenidos más de 200 representantes obreros en la Mina del Alemán, en las laderas de los montes de La Arboleda, reunidos para tratar la situación laboral de la zona industrial del Gran Bilbao. La masiva detención provocó una enorme conmoción en el mundo laboral, que culminó con una convocatoria de huelga general por parte de las CCOO, que fue secundada por 23 empresas y una gran manifestación que discurrió por el Arenal de Bilbao unos días más tarde.
Josu Ibarrola, militante comunista, recuerda aquella manifestación. “Yo me acuerdo como fue la manifestación donde participamos muchos talleres y fábricas de la zona. Vamos andando hasta el Arenal. Allí estaban esperándonos. Participamos muchos de los que habíamos salido elegidos como enlaces o jurados en las elecciones sindicales unos meses antes. David, Rufino Sánchez, y (hay un cuarto compañero), y no nos quieren recibir en el sindicato vertical cuando nosotros éramos representantes y teníamos cargos sindicales. (…) Recuerdo como avanzábamos por la Gran Vía de Bilbao y al llegar a la altura de la Diputación nos dimos cuenta de que nos seguían. Agustín (su hermano, el escultor Agustín Ibarrola) y yo nos miramos, nos abrazamos y allí mismo recibimos una lluvia de golpes por parte de la policía. La escena fue tremenda”.
La parte más dura de la represión recayó en los miembros de las Comisiones Obreras de Euskadi, donde la presencia de miembros del PCE y de los grupos católicos era mayoritaria.
Como consecuencia de todo lo anterior un buen número de parroquias prestó su apoyo a la huelga, facilitando, como ya hemos apuntado, sus locales para la celebración de reuniones y ofreciendo sus infraestructuras para la edición de las hojas diarias. La parroquia de Basauri, como la de Otxarkoaga o el convento del Carmelo en Bilbao, fueron durante la huelga algunos de los centros de reunión de los trabajadores de la empresa y de edición de las hojas clandestinas. El apoyo de un importante número de sacerdotes y párrocos a favor de los huelguistas les situó en una postura de abierta oposición frente al régimen franquista. En el mes de abril, cuando la huelga entraba en su último tramo, alrededor de ciento cincuenta sacerdotes se manifestaron por calles de Bilbao y difundieron un duro escrito de protesta dirigido al obispo y a la opinión pública. En el texto se denunciaba la situación de represión que está viviendo la provincia en esos momentos.
La participación de militantes católicos y comunistas junto a otros trabajadores, con o sin filiación concreta, supuso una oportunidad para la puesta en común de experiencias y acciones colectivas concretas. La convivencia diaria bajo una fuerte tensión como la vivida en la huelga, y la asunción de una unidad de acción entre diversos grupos con culturas políticas y sensibilidades sociales diferentes, influyó profundamente a su acercamiento y comunicación.
A partir de las detenciones de la Mina del Alemán la situación se precipitó y los conflictos laborales, pese a no movilizar a una gran masa de trabajadores, afectaron a algunas de las más significativas empresas de la provincia. El clima que se respiraba en Vizcaya los días 13, 14 y 15 de abril desembocó en importantes y repetidos paros laborales y movilizaciones. La proximidad de fechas como el Aberri Eguna o el Primero de Mayo, que habían sido durante los años anteriores escenario de importantes movilizaciones, preocupaba a las autoridades, recelosas de que estas conmemoraciones pudieran ser seguidas por protestas y “graves alteraciones del orden”, al calor del clima generado por los últimos acontecimientos. Ante la gravedad de una situación, que desbordó a las autoridades sindicales y políticas, sólo quedaba un recurso contundente que sería aplicado en numerosas ocasiones durante aquellos años: el Estado de Excepción, decretado el viernes 21 de abril de 1967.
Las mujeres en primera línea
Una de las aportaciones más significativas fue la de las mujeres de los trabajadores de la empresa, que desarrollaron un importante papel como movilizador social, contribuyendo a la socialización del conflicto hacia otros colectivos no directamente inmersos dentro del mismo. Esta participación se hizo notar en las asambleas diarias, siendo determinante en el mantenimiento de la huelga y añadiendo a la misma un factor muy importante que marcó la movilización de los trabajadores. José María Guijarro, uno de los huelguistas, lo explicaba así en una entrevista: “… además, hubo algo muy importante y es que desde el principio la mujer participó como uno más en las asambleas y en todo. Hombre, no fue al 100%, pero te puedo hablar del 80%. En muchos casos y esto hay que decirlo, fueron las mujeres las que llevaron la iniciativa de la actividad. Pues cuando se les increpó a los esquiroles, o cuando se increpaba a algún colectivo o a la Guardia Civil eran las propias mujeres las que tomaban la iniciativa de llevar aquello y ahí si que eran el 90% de mujeres y el 10% de hombres, y en las asambleas eran un 52% de hombres y un 48% de mujeres. Eran mujeres que se iban agrupando después, porque ellas iniciaban la movida.”
José Antonio Pérez Pérez Autor del libro «Nuestra Lucha», con la colaboración de Oscar Arenas Velasco y Estibaliz Montero Mendoza, sobre la huelga de los trabajadores de laminados Echevarri, publicado en 2011 por la Fundación José Unanue de las CCOO de Euskadi.
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