Saetas en euskera al Cristo de los pobres
Juanjo Navas, de 43 años, ha hecho historia. Pasará a los anales de la Semana Santa como el primer bilbaíno que canta saetas en euskera a los pasos de la procesión del Nazareno, que desde 1953 discurre por las calles San Francisco y Cortes, antaño jalonadas por salones de variedades y después machacadas por la droga, en el peregrinaje más multicultural de la villa. Ni siquiera la lluvia ha evitado que la lengua vasca protagonice la procesión.
Y también el más sentido en este barrio castizo, antaño bajo el reinado de las cabareteras andaluzas. La añoranza por su tierra acabó por institucionalizar la tradición de agasajar con flores y saetas al Nazareno desde las balconadas de los lupanares. La procesión, que todavía hoy aúna a 800 cofrades, siempre tuvo mucha magia. Discurre por las calles más olvidadas, donde las gentes más marginadas profesan una devoción infinita al Cristo de los pobres. Pasa el Nazareno, y la esperanza se abre paso, dejando una estela de redención y el eco de los cantes. Pero estos poemas religiosos nunca se habían cantado en euskera. Este lunes han sonado cuando la procesión ya llevaba casi dos horas de recorrido desde que partiera de la parroquia de San Francisco de Asís, mientras enfilaba la calle Cortes. Todo un hito. Primero, han estremecido al gentío voces como la del saetero Vicente Salinas y la de Igna de Gomar Pérez, la cabaretera que regala su devoción al Cristo desde su propio balcón. Después, la pasión ha brotado de la garganta de Juanjo Navas en forma de saetas desgarradoras desde el emblemático balcón de El Edén. Ha cantado a la figura de Santa María Magdalena y luego al Cristo de Medinaceli. «Cada vez que paso por esta calle, siento lágrimas. Por tantos jóvenes que han muerto sin sentir tu amor», le ha dicho, en recuerdo a las miles de vidas que la droga destrozó en la parte vieja de Bilbao.
Barrendero de profesión
Las almas se han resquebrajado y han sonado los olés. No ha importado la lengua, porque el flamenco y el amor son universales. Aunque las saetas, como los bertsos, surgen de forma espontánea, esta vez estaban escritas por el poeta Beñat Arginzoniz, otro bilbaíno enamorado del género con el que Navas ya ha colaborado más veces. Juntos ha editado el libro-disco ‘Reflejos de Andalucía’, el primer trabajo flamenco con música elaborado íntegramente en Euskadi. Considerando uno de los mejores cantaores del norte, también ha cerrado este lunes un ciclo y brindado un sentido «homenaje» a su abuelo, José Navas – su nombre artístico fue Pepe Córdoba–, que procedía de Baena y también era cantaor. Cuando llegó a Bilbao, tenía un bar en Otxarkoaga y «solía ir a cantarle al Nazareno cuando en las Cortes había buen ambiente», explica su nieto. Navas ha mamado flamenco. Creció en Otxarkoaga, el barrio con más duende de la villa, con los Los Chichos y Camarón como banda sonora. Ahora vive en Zurbaran. Trabaja de barrendero, un oficio que desde hace ocho años compagina con el cante. Un arte que se ha practicado en euskera por primera vez. «Es más complicado, porque no soy vascoparlante, pero me gusta cómo queda», dice. «El flamenco es algo que te llega. Es como un pellizco en el corazón».
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