ZAPATILLAS AMARILLAS
PEDRO MARTINEZ ZARRACINA
Se diría que resulta más sencillo tener buena memoria que tener instinto criminal. Por eso la enorme facilidad con que la desmemoria afecta a quien ha cometido un crimen es un fenómeno contrario a la estadística. Hay quien vuelve en sí con una pistola humeante en la mano, varios cadáveres a su alrededor y una lista con nombres tachados y apenas consigue atar cabos, como si supiese que algo ha debido de ocurrir, pero no pudiese imaginar el qué.
Uno de los menores involucrados en la muerte el pasado enero de un matrimonio de octogenarios en su casa de Otxarkoaga se recuerda a sí mismo entrando en el domicilio para «hacer algo de dinero», pero no agrediendo a quienes allí vivían.
Más allá de las posibles estrategias de defensa y de los posibles cortocircuitos de un cerebro en mal estado, lo peor es que resulta creíble que lo que el menor recuerde mejor tenga que ver con estar horas después, en Abando, comprándose unas zapatillas de deporte amarillas.
Sucede con frecuencia: lo trivial multiplica el sinsentido de lo injusto, de lo violento, de lo cruel, haciéndolo, si fuese posible, más insoportable.
Otro ejemplo. En la cocina del matrimonio asesinado en Otxarkoaga apareció un número extraño de envases de yogures vacíos. Han acabado todos con una etiqueta, en el laboratorio policial. Puede que también terminen sirviendo como pruebas para la acusación. Además de insoportable, lo trivial puede ser inculpatorio. Los investigadores no descartan que los asaltantes tuviesen estómago, entre el crimen y el olvido, de pararse un rato a desayunar algo.
Son la clase de hechos que se determinarán en un proceso judicial. En él, la Diputación asumirá la responsabilidad civil subsidiaria de los delitos que pudiesen haber cometido los menores.
Tiene sentido si pensamos que es la institución foral la que asume y ejerce la tutela de los menores a los que se les abre un expediente de protección y se les declara en desamparo. El círculo se cierra de un modo paradójico si pensamos que entre las obligaciones de la Diputación está también garantizar, junto al resto de las instituciones públicas, la seguridad de los ciudadanos.
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