EL ‘CINDERELLA DE OTXARKOAGA’
Es uno, pero parece millones. Reparte abrazos a la misma velocidad que lanza puños sobre la lona. Todos le conocen. Y le quieren. Hoy hablamos con Andoni Gago. ‘El Machito’. El ‘Cinderella de Otxarkoaga’. «Pero ese tenía pasta y la perdió, yo nunca he tenido un duro», responde entre carcajadas, mientras habla por el móvil con un primo y saluda con la mano a un vecino. Estamos en su universo. El mejor lugar para conocer su historia.
«Nací el 8 de mayo de 1985, fiestas de Orduña», desvela con una simpatía que confirma su don de gentes. «Fue en Basurto. Mi padre era Antonio Gago y mi madre es Marijose López», desvela y añade que tiene dos hermanos con quienes comparte apellido materno. Juan Alberto y Rubén Martín López. De esa relación nació su pasión. Pero no corramos. Hablemos del ayer. «Soy de la calle Txotena», exclama orgulloso. Una vía tan larga que no se camina, se explora. En cuanto a pupitres, estaban en el Ramón y Cajal. Pero sus brazos no estaban destinados a hincar codos y se puso a trabajar. «Hasta que hace 10 años mi hermano volvió a empezar con el boxeo y me animó a que le acompañara», evoca, situando el instante clave de su vida más cerca de lo imaginado. «Tenía a la niña y la vida hecha, pero me animé». Menciona a su hija y el destello cambia su cara. Tan duro y tan tierno.
«Pido unas pizzas y seguimos», dice, disculpándose por detener la charla. Nos encanta. Porque descubrimos su punto flaco. No son las costillas, el hígado o la cara. Sino su paternidad. Emociona verle con Desiré. «Llevaba tres días sin verla, ha estado en Sukarrieta», confiesa y volvemos a parar. Le saluda otro vecino. A cierta distancia, observan Sira y Cesáreo. Dos bulldog francés. «El macho se llama así porque al nacer era tan grande que hubo que hacerle cesárea a la madre», cuenta y el chucho le entiende porque se levanta y muestra poderío. Es pequeño y fuerte como Gago, que vigila sus 65 kilos para no tener problemas con la báscula en sus futuras citas. Como la del 8 de junio en Miribilla donde, para que lo entendamos, dice que fue campeón de la Unión Europea, pero que esa cita viene a ser la Champions y se decidirá quién es el mejor del continente. «Jesús Sánchez es peleón y trabaja duro», reconoce, demostrando que los boxeadores de raza nada tienen que ver con los espectáculos baratos de ruedas de prensa con gallos amenazándose.
El boxeo puro se basa en el respeto al que se sienta en el otro rincón. Saben lo que cuesta buscar la gloria, mientras sigues llevando a diario un plato a la mesa. «Me levanto a las cuatro de la mañana, tomo un café y pillo la furgo para ir al gimnasio», se refiere al MampoGim. «Corro en la cinta, trabajo repartiendo bebidas durante el día por los bares de Bizkaia y después entreno de dos a tres horas» . Solo escucharle ya cansa. Pero esa es su vida desde que pasó de entrenar en Trapagaran a hacerlo en serio con Txutxi del Valle, su padre pugilístico. Uno de los culpables de que le llamen ‘El Machito’. «Mi ídolo es Julio César Chávez, pero ‘Macho’ solo hay uno», sentencia.
Seguiríamos hablando hasta sonar la campana. Pero, aunque no lo dice, debe dormir. El sueño es clave para no engordar y mantener el cuerpo. Ese que le duele tras los combates del sábado y le dura tres días, aunque el lunes haya que volver a trabajar. No hay mejor cura que el calor de la gente. De Kerman Lejarraga, cuyo cariño y admiración son recíprocos. Y de sus troncos Enetz, Lalo, Asier, Perejil, el Rubio, Sami, Josu… y un etcétera tan largo como el camino que le queda por recorrer. Tiene guantes para rato. Y un truco escrito en las vendas de sus manos. En una, la palabra «Familia». En la otra, «Desiré». Está todo dicho. Les dejamos porque llegan las pizzas. Caminando por Otxarkoaga, bajo la luz de las farolas, nos vamos convencidos de que hemos conocido a un campeón. Y, sobre todo, a un gran tipo. Ese que, cuando sube al ring, lleva con orgullo la bandera de Bilbao.
Últimos comentarios