Arroyo le dura dos asaltos a Andoni Gago
Dos asaltos bien empleados. Andoni Gago no subía a un ring desde que se proclamó campeón de Europa. Como dice él, «ocho meses de campamento que se hacen demasiado largos, interminables». Es lo que hay. Contactó de nuevo con el tacto de las cuerdas y el crujir bajo la lona y no se encontró nervioso en ningún momento. Mejor. A favor jugó que parecía que peleaba en casa. El Navarra Arena pasó con nota la organización de la velada auspiciada por MGZ, en ambiente y calidad de los litigios planteados. Unos 200 vecinos del barrio no quisieron dejar sólo al púgil vizcaíno y les deleitó con lo que mejor sabe hacer, salir a fuego.
Nunca se sabe qué puede dar de sí una pugna ante un rival desconocido, con una marca discreta aunque con fama de fajador, de saber encajar y no rechistar. Carlos Arroyo se trajo ese cartel de Nicaragua, pero en menos de seis minutos ya había sido despachado por una muy buena versión de ‘El Machito’. Gago se vio asediado de salida por manos voladas, ambas. Llegaban con arco, sin repetir trayectoria y cimentadas en la idea del americano de hacerse con el centro del escenario y ser él quien decidiera los pasos a dar y el ritmo a seguir.
Andoni le dejó hacer, pero supo en todo momento ir achicando espacios, bajando barreras, conduciendo a su enemigo a vías sin salida para que cambiaran las tornas y pasara a ser el dominado, quien buscara auxilio. Lo hizo muy bien Gago para no exponerse y quedar siempre fuera de tiro. Lo mismo rodaba golpes girando la cintura que con un paso atrás y el mentón erguido dando a entender que tenía la situación muy controlada.
Progresó para poner las cosas en el lugar que prefería en el cierre el primer asalto y entró en el segundo round ya mucho más decidido a poner en aprietos al nicaragüense para certificar si podía contar con él para un combate largo y trabajado. Y salió rana. Un par de manos abajo le hicieron soltar el aire y dejar claro que el vizcaíno hace daño. Gago ya no tenía marcha atrás. Avanzaba con el piloto automático del ganador. Dibujó un crochet perfecto con el que literalmente cruzó la cara del americano. Perdió el protector bucal y la integridad física. Quedó tocado y, lo peor, sabiendo que su rival había olido la sangre y se había activado en modo depredador.
Gago quiso rematar la faena como merecía la ocasión. Ensartó series sin respuesta de Arroyo y con buen criterio Manu Maritxalar detuvo el suplicio en el segundo asalto. Un regreso, entidad del rival, al margen, que excita pensando en la defensa de su título en dos o tres meses.
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