Andoni Gago adapta su rutina en una conocida hamburguesería de Bilbao
Andoni Gago López fija la sesión de fotos en la taberna Astuy de Santutxu, conocida por sus suculentas hamburguesas, a unos 200 metros del domicilio del dos veces campeón de Europa y cuatro de España de peso pluma. La ubicación no es casual. Además de la cercanía con su casa, el exboxeador del barrio bilbaino de Otxarkoaga trabaja los fines de semana en este establecimiento de comida rápida regentado por un amigo íntimo.
“Es un colega, pero para mí es como mi hermano”, precisa. “Hago lo que sea, lo que haga falta: cojo las comandas, atiendo a la gente, me pongo a ordenar cosas…”. En octubre del año pasado Andoni Gago colgó los guantes en el pabellón de La Casilla, rodeado de su público, en un combate que llevó por título El adiós del machito. Venció en un total de seis asaltos al panameño Irving Berry en una velada que él mismo define como “emocionante”.
“Estaba toda mi gente, que rememoró mi historia. Es ahí donde te das cuenta de la repercusión que has tenido. Además me tocó un rival bueno, no paraba de moverse…”, recuerda cuatro meses después de su despedida oficial. En realidad, las crónicas no recogen que El Machito se subió en otra ocasión al ring varias semanas más tarde, en Múnich, en una cita que se había cerrado con anterioridad. Entonces no salió victorioso, pero se marchó con la cabeza alta.
“Las sensaciones fueron muy buenas. Nos matamos a palos y al final perdí a los puntos, pero me quité la cosilla de las últimas veces”, cuenta. Esa “cosilla” a la que se refiere tiene que ver con la concentración y la fuerza mental que se requieren en el deporte de élite. “Técnicamente [los boxeadores vascos] no hemos sido unas máquinas, sino guerreros y muy cabezones y si no tienes la cabeza al 100% estás perdido. Ya no estaba centrado”.
A sus 38 años continúa en forma, asegura. De vez en cuando se deja ver por el club de boxeo de Zamudio donde se quita el gusanillo enfrentándose a las nuevas generaciones. “Voy unas dos veces por semana a que me partan la cara para no perder la costumbre”, bromea. Desde hace 17 años trabaja como mozo de almacén en la empresa MG Norte, una tarea que desempeña de cinco de la mañana a una del mediodía.
Su fama de madrugador y trabajador le viene desde que sus hermanos, Rubén y Juan Alberto, el mayor, le inculcaron la pasión pugilística. Siempre se ha dicho que este héroe popular salía a correr a las cinco de la mañana por Bilbao y se ejercitaba hasta que entraba a trabajar. Y que por la tarde se machacaba en el gimnasio. Gago da por buena esta versión, pero añade un matiz: “Por la mañana dejaba a la nena en el colegio”.
Fue padre en la adolescencia. Creció en Otxarkoaga en los años 80 y 90, donde la heroína castigó a cientos de jóvenes en un barrio que arrastra una injusta fama de zona peligrosa. “Siempre se ha dicho que es conflictivo, pero este es como cualquier otro barrio. Además, ¡los de Otxarkoaga somos especiales!”, exclama.
Recuerda una juventud feliz. Quedaba con los amigos “para hacer litros” en la plaza y luego seguían con la fiesta en el centro de Bilbao.Escuchaba Estopa, Melendi, Los Chichos… Música de la periferia. La rumba urbana que triunfaba en los cinturones industriales.
Auténticas leyendas de barrio. Lo mismo que él: junto a Kerman Lejarraga, El Machito es una de las indiscutibles figuras del boxeo vasco del siglo XXI. El apodo se lo puso el entrenador Txutxi del Valle por la debilidad que sentía Gago por las estrellas del boxeo mexicano. “Me dijo: ‘Macho solo hay uno, así que tú serás Machito’. Y ahí fue cuando empezó todo”, rememora
Revulsivo
El pionero. Hasta la aparición de Andoni Gago en el circuito, el boxeo vasco se encontraba grogui. El machito era un púgil incansable que perseveró en su particular manera de entender el boxeo.
Garra. Venció en 27 de sus 38 combates y se labró un nombre gracias a su pundonor y sacrificio individual. Durante una década ha sido referente del boxeo vasco y estatal y en su última etapa llegó a lo más alto del continente europeo.
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