PRESENTACION IMAGINA OTXARKOAGA

«Es hora de dejar de lamentarse»

'Soy de 'Otxar', ¿y qué?'. No es una bravuconada, es el lema de la camiseta de Álvaro Pérez, uno de los jóvenes que se han implicado en el plan comunitario. Aunque es veinteañero y no conoció los años 'duros', está ansioso por ver cómo el barrio sale del atolladero de una vez por todas. Ahora, con 'Imagina Otxarkoaga', está «esperanzado». «Aunque lo malo de los sueños es el miedo a que no se hagan realidad -desliza-. Todos sabemos los problemas que hay, pero ya era hora de dejar de lamentarse y hacer algo para cambiar las cosas», comenta. De hecho, él ya elucubra sobre cómo sería su 'Otxar' ideal: «Mejor comunicado, con metro e infraestructuras deportivas».

A su lado, Valentín Jiménez, presidente de Iniciativa Gitana, es menos dado a hacer castillos en el aire, pero para él ya es bastante satisfacción que se haya alumbrado el plan. «Ha habido tantas reuniones y con opiniones tan distintas… Pero al final hemos llegado a buen puerto», comenta con elegancia y semblante muy serio. En Otxarkoaga viven 1.200 gitanos, colectivo que ha estado en el centro del huracán en muchos aspectos del proyecto de regeneración. Ahora, Jiménez se debate entre el optimismo y la cautela: «Confiamos en la buena fe del Ayuntamiento y del alcalde, pero vigilaremos para que se cumpla todo lo prometido».
«Normal que se marchen»
Fuera de la órbita del proyecto, los vecinos que pasean por la calle tampoco echan las campanas al vuelo. Junto a la iglesia, Daniel Izquierdo se toma un pote y manifiesta sus dudas: «No sé, Otxarkoaga está muy abandonado. No es lugar de paso a ninguna parte». Cerca de él, en una terraza, María Isabel y su madre también se muestran escépticas: «¿Cambiar las cosas? A ver si es verdad. No hay tiendas y la gente es muy mayor, la juventud se ha ido». Y, para ilustrar sus palabras, invitan a echar una ojeada a la plaza que tienen enfrente, que parece un muestrario de cachavas. «Normal que se marche la gente, si para comprar un 'niki' te tienes que ir a Santutxu», añade Patxi, un espontáneo que se suma a la conversación.
Pero las carencias comerciales no es lo que más preocupa. Según María Isabel, «lo peor» es que, con la crisis, el fantasma de la delincuencia ha empezado a asomar de nuevo. «Ya se han registrado varios robos», dicen en voz baja, como si verbalizarlo fuese a despertar al 'monstruo' otra vez.

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