LA TERNURA TIENE NOMBE DE MUJER
En estos días de vuelta de vacaciones he conocido a una
mujer maravillosa. Desde el primer momento en que la vi,
me quedé atrapado en lo que en ella encontraba. Es una
mujer joven todavía, 61 años, y está en el ocaso de su vida.
Ella sabe que sus días están contados y esta realidad la vive
con una entrega total. Se la ve con una paz interior profunda
y con una enorme tranquilidad ante el paso que va a dar.
Deseo quedarme enganchado en esa aureola de paz que ella,
sin moverse para nada de su lecho, es capaz de dar. Todos los
días, Carmen o yo, le damos la Comunión. Es prácticamente
lo único de lo que se puede alimentar, junto con alguna natilla.
Pero comulga con una actitud tan recogida, tan profundamente
abierta al Señor, ¡expresa tanto! que no me queda
otra actitud que la de quedarme contemplando el misterio
profundo de amor del que soy testigo ocular.
Mi deseo es llenarla de besos, pero con uno que de ella recibo,
basta para acoger toda su bondad.
Señor, ¡qué grande te muestras en los humildes, los limpios
de corazón, los que nada tienen que guardar! Gracias
por darme hermanos y hermanas como Loli, la mujer entregada,
la que crea paz y ternura sin fin ¡Qué hermosos es esto
Señor y qué intenso al mismo tiempo!
Hoy me he despedido de Loli, ella ya ha perdido su vitalidad,
sus ojos cerrados me hablan de su final. Me embarga la
emoción y al mismo tiempo, Señor, la felicidad que me da
esta hermana que permanecerá en Ti para siempre.
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