ELLA SI DESEA RECIBIR LA UNCIÓN
Se llama Marta. Tiene 43 años y se encuentra en el Hospital
desde hace dos meses. Es una mujer guapa, atractiva,
pero la muerte la va visitando poco a poco, se acerca y se aleja
y no sabemos cuándo, pero llegará el momento del abrazo
final. Su padre muestra una fidelidad entrañable con ella.
Todos los días pasa muchas horas a su lado. Su tristeza es
grande. Es su única hija y se le va marchando. Es una continuada
separación la que van viviendo padre e hija, pero hay
un acoger la realidad en ambos. Saben que se van a despedir
para siempre y eso les va marcando en un rictus de dolor
acompañado de serenidad.
Hay algo que me habla de miedo a no alterar las cosas. El
padre se me acerca dubitativo y me plantea que desea que su
hija reciba la unción de los enfermos, pero que no quiere alterarla.
Procuro tranquilizarle, lo cual es harto difícil, pero al
final accede a que celebremos el sacramento.
Cuando me acerco a Marta y le pregunto si desea recibir
la Unción, su respuesta es rápida: sí. Es un sí sincero, sin miedos,
concluyente. Mientras vamos recitando las diversas oraciones,
su rostro expresa tranquilidad. El padre llora contenido
y nervioso, pero acogiendo también la realidad. Cuando
concluimos la celebración, le doy un beso entrañable –porque
me surge de las entrañas– y me fundo en un abrazo con
él. El hombre está agradecido, todos sus miedos han desaparecido
y se muestra en una clara actitud de acogida de la realidad.
Yo me siento con gozo. Así es y así lo vivimos. La vida
aquí no la podemos retener, la del mas allá se nos concederá
porque Dios así lo ha querido
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