El hermano mayor de las aulas
. Antonio -nombre ficticio bajo el que oculta su identidad un joven de 18 años- respondía con agresividad al menor conflicto que surgía y era también a su vez el saco de las disputas del resto de compañeros. Cuando se enfadaba, su reacción era desmedida; tiraba sillas, mesas… Los profesores del Centro de Formación de Otxarkoaga tampoco sabían cómo actuar en esas difíciles situaciones. «En esos casos tenemos dudas porque cuando un joven descarga toda su agresividad, si en esos momentos te enfrentas, no sabes cómo va a reaccionar». El terapeuta que proporcionó el Área de Salud del Ayuntamiento de Bilbao les orientó sobre cómo debían de enfrentarse los profesores a estas situaciones. En este caso, y tras tratar al joven, el terapeuta pudo descubrir una situación de abusos en la infancia, repetidos después en otros colegios en los que había estudiado con anterioridad. Les aconsejó que cuando se produjera una situación violenta los profesores debían de esperar, dejarle solo y abordar más tarde, cuando la tempestad amainara, el conflicto. El consejo del terapeuta ha sido de gran ayuda.
Como este caso se producen situaciones cada día entre los jóvenes en situación de vulnerabilidad del centro de Otxarkoaga, y también en otros centros de Bilbao con casuística similar por el colectivo de jóvenes a los que enseñan y educan, tanto por su condición social como por la edad. Por eso, los propios profesores necesitan recibir formación, asesoramiento y apoyo. Y eso es lo que les proporciona uno de los programas del Área de Salud del Ayuntamiento de Bilbao. Son profesores, educadores y, para muchos de estos jóvenes, su referente en la sociedad, porque son probablemente las personas con las que más tiempo pasan. Por eso mismo, el papel de estos educadores es el del hermano mayor que les protege y les enseña.
1.125 jóvenes -40% inmigrantes- y 100 profesores de Programas de Cualificación Profesional Inicial de cinco centros de Bilbao participan en un proyecto de prevención para jóvenes vulnerables. Dentro de este espacio han tenido además la oportunidad de participar en un taller específico para jóvenes magrebíes.
«Somos educadores, solemos decir que la asignatura es la excusa para darles una formación personal global», explica Nancy Bilbao, la responsable de orientación del Centro de Otxarkoaga que como su compañera, Ana Isabel Martín, tutora del PCPI (centro en el que los jóvenes expulsados de la ESO tienen una segunda oportunidad), conviven cada día con situaciones muy difíciles para las que además tienen que estar alerta. Es a educadoras como ellas a quienes da soporte el Área de Salud con este curso, tal y como explica el director, Javier Orduna y Puri Pinilla, técnica de prevención de drogodependencias municipal. El programa organiza talleres en el propio centro en los que vienen profesionales para trabajar con el alumnado que está en situación de riesgo. «Nosotros tenemos mucha tipología de alumnos, de hecho, el tramo de edad en el que estamos trabajando es de bastante riesgo. Que vengan personas de fuera le da otro cariz. Yo al menos personalmente agradezco mucho esta intervención», reconoce Ana Isabel Martín. El apoyo al equipo docente, explica el concejal Mariano Gómez, pretende cuidar al cuidador que a diario vive situaciones complicadas para las que tiene que estar alerta. En este sentido, la orientadora del centro de Otxarkoaga reconoce que «estamos encantadas de que nos llegue el momento de la supervisión de los problemas». Pero, además, este programa les permite atender mejor las necesidades de sus jóvenes.
IDENTIFICAR LOS PROBLEMAS Los profesores que atienden a los jóvenes más vulnerables de la sociedad tienen que aprender a identificar sus problemas y para eso, según explican las educadoras de este centro también necesitan apoyo, por eso, la supervisión de casos que hacen con el terapeuta les resulta liberador. «Muchas veces es diferente la manera de cómo se aborda el tema. Por el tipo de formación que reciben es muy importante que, por ejemplo, no entren en un taller si han fumado un porro, porque es peligroso y a veces nos ha pasado que algún alumno se nos ha colado y no podemos permitir ciertas cosas. Por eso, es importante saber cómo detectar los problemas, ver cómo podemos orientarles para que cuando los alumnos salgan de aquí no caigan en las drogas».
INTERVENCIÓN ESPECÍFICA Para estos educadores ha sido importante también el apoyo que han realizado con colectivos específicos como la intervención con alumnos magrebíes». Culturalmente son diferentes, así como su relación aquí. «Ayudados por un profesional de esa cultura podemos entender lo que significan determinadas cosas para ellos. La mayoría del personal en educación, además, somos mujeres, y a veces esto puede ser un handicap».
Con el alumnado marroquí, los profesores se han dado cuenta que se enfrentaban a problemas específicos de su cultura. «Es un alumnado que viene con una cultura religiosa muy asentada, o son chavales que lo tienen todo muy claro o son muy frágiles. Y eso hace que caigan muy fácilmente en el alcohol y las drogas, sobre todo, por el tema de trapichear y buscar dinero. Caen muy frágilmente. Por eso, las charlas específicas que tuvimos con jóvenes magrebíes fueron muy clarificadoras, porque al principio estaban todos los alumnos juntos, pero los magrebíes incluso tenían que defenderse cuando decían que no bebían alcohol porque se lo prohibía la religión». Para estos profesores, otra acción que les clarificó fue saber la necesidad de comunicar a la familia los posibles incidentes. «Teníamos cierta prevención porque en algunos casos son mayores de edad, pero están en el centro educativo por lo que se ha protocolarizado una forma de actuar cuando se produce un incidente. Ayuda porque muchas veces no sabes».
El personal de apoyo a estos profesores muchas veces pertenece a la red de Osakidetza porque se trata de que haya una conexión sociosanitaria. «Enseguida nos hacen ver la conexión y con quién conectar si hay problemas de violencia, situaciones monoparentales, desprotección…». Según explica la técnico municipal, «la idea es que ninguna actuación quede sin intervenir y que todo quede registrado».
CONTROL NECESARIO Los problemas, sobre todo, cuando se tratan de una formación muy manual, tienen también un componente de seguridad por eso el control debe ser mayor. Tanto es así que a veces los propios chavales les han recriminado que se sienten como en una «cárcel», según confiesan las educadoras. Sin embargo, saben que en el fondo se encuentran agradecidos de que exista esta disciplina. «Realizan trabajos muy manuales y nos preocupa que si no están en plenas facultades podamos tener un disgusto», señalan estas profesoras.
Y también han aprendido a controlar sus propias actuaciones. «Nos han enseñado a no intervenir en el momento de calentón, dejarles solos y actuar después. Somos personas y también tenemos nuestra emotividad. A veces no sabemos qué hacer; si dejarles actuar como ellos quieren y actuar en el momento adecuado», explican. Pero por encima de todo, son una familia que trata de ayudar contra viento y marea para que estos jóvenes, ahora vulnerables, sean adultos totalmente integrados en un no tan largo periodo de tiempo.
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