«Del bus a mi casa son dos minutos, pero voy con las llaves en la mano»
Hace 14 años que Raluca vive en Bilbao. No la siente como una ciudad peligrosa, pero ha tenido sustos: «Recuerdo una vez que me siguió un hombre. Era por la mañana, en Zorroza, me había quedado a dormir en casa de una amiga y en la marquesina un desconocido empezó a mirarme mucho. Primero me pidió fuego, luego la hora y acabó sentándose a mi lado en el bus. Cuando bajé, cogí el móvil para que pensara que iba hablando pero le dio igual y vino detrás de mí. Entré en mi portal mientras me gritaba ‘guapa’». Sucedió a plena luz del día, qué decir del miedo añadido si ocurriera de noche. Por esto, y con el fin de evitar situaciones de acoso y, peor aún, agresiones sexuales, desde el domingo 1 de julio todos los autobuses de Bilbobus realizan paradas a demanda de las usuarias que viajen solas, para que puedan apearse más cerca de casa.
Son las ‘paradas antiacoso’, que se aplican todos los días a todas las líneas entre las 22.30 y las 6.30 horas. En la noche del pasado viernes, en el primer fin de semana en marcha, las marquesinas se presentan más bien vacías, con la gente repartida entre las fiestas patronales. Raluca es una de las pocas que espera. También una de las pocas que podrá exigir una parada intermedia si lo desea: el servicio es exclusivo para mujeres que viajen solas; si no, se considera que se encuentran «acompañadas». Nada más acceder al vehículo, deberá advertir al conductor dónde quiere bajarse y éste informará a centralita del lugar y la hora de la parada elegida, unos datos que servirán para elaborar un informe estadístico. Llegado el momento, Raluca solo podrá salir por la puerta delantera y deberá hacerlo sola. Si alguien más desciende con ella, el conductor avisará rápidamente a la central, que a su vez dará aviso a la Ertzaintza.
Raluca toma la línea nocturna G7, que parte de Gran Vía, pasa por Miribilla y alcanza la Mina del Morro. Considera pedir una parada más cercana, pero al final se conforma con una ya establecida. «Para nosotros es un poco más de lío, pero es darles más seguridad a ellas», considera Ariane Vázquez, al volante del vehículo. Lleva una semana y reconoce que nadie le ha solicitado aún el servicio en su turno. Martín Gibaja, sin embargo, señala desde los asientos de atrás que sí ha sido testigo de dos peticiones: a mitad de la calle Atxuri y algo antes de llegar al Parque de Miribilla. «Allí ya hay una parada, pero está algo oscuro…», describe.Habitual del servicio nocturno por su trabajo en hostelería, Martín agradece este tipo de iniciativas, «más cuando tienes hijas». La suya también es usuaria de Bilbobus, y aunque se apea justo al lado de casa, sabe que sus amigas ahora recurren a las paradas intermedias, una de ellas en el barrio de Otxarkoaga. «Antes vivíamos en Irala, le quedaba más lejos ¡y cuántas veces habré tenido que ir a buscarla! Yo mismo volviendo a casa a pie desde Abando, en más de una ocasión he tenido que llamarle la atención a algún chico que seguía a una chica. Esta idea es muy útil», afirma.
«Si pasa con la calle llena…»
De vuelta en la Plaza Circular, el reloj se acerca a la una de la madrugada. Oihane, de 21 años, se dispone a subir al G5 -de la Plaza Biribila a San Adrián- de vuelta al hogar tras tomar algo en Pozas con dos amigas, Haizea y Anaitz. Si pudiera, dice, pediría una parada más cercana, pero el vehículo «se tendría que desviar un poco de la ruta». Calcula que desde el apeadero hasta su portal son dos minutos caminando, «pero desde que me bajo del autobús ya voy con las llaves en la mano».
Los datos 70% del pasaje de Bilbobus son mujeres, gran parte de entre 31 y 64 años.
93ataques contra la libertad sexual se registraron en 2017 en Bilbao, casi un 15% más que en el año anterior. 33 fueron agresiones sexuales.
Esta noche más que nunca, las amigas aplauden la medida, después de que un hombre en estado de embriaguez las asaltara en la terraza de un bar, las insultase y les tomase fotos sin su consentimiento. «Hemos llamado a la Policía, pero nos dicen que no pueden hacer nada porque son imágenes tomadas en la vía pública», comenta Haizea con evidente enfado. «En el bar tampoco le han dicho nada y le han servido una copa tan tranquilamente». «Y si pasan estas cosas con la calle llena…», musita a su lado Anaitz.
Las denuncias por delitos contra la libertad sexual aumentaron un 32% en Euskadi entre enero y marzo, al pasar de 121 a 160. El año pasado, las condenas reputaron un 15% en Bizkaia: en total, se registraron 93, frente a las 81 de 2016.
Dan la una de la mañana, el autobús arranca y la joven se despide. «Avísanos cuando estés en casa», le susurra Haizea.
-¿Siempre lo hacéis?
-Sí, siempre nos mandamos un mensaje -contesta Haizea-. Yo, por ejemplo, vivo en Etxebarri y tengo que pasar por una zona poco iluminada en la que en más de una ocasión me he encontrado a hombres masturbándose. Alguna amiga ha tenido que volver acompañada de los municipales.
«Las paradas intermedias se agradecen mucho, pero se agradecen con rabia», añade Anaitz. «Rabia de que aún las necesitemos».
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