Desde Otx, con amor (18)
En cuanto puedo, me voy de viaje. No hay nada que me guste más que viajar. Eso sí, tiene que ser sola y preferentemente a lugares desconocidos. Me encuentro muy a mis anchas cuando estoy rodeada de espacios que nunca antes había visto y de personas que no conozco. Los paisajes nuevos me producen una sensación en la que se mezcla la excitación con la relajación de una manera muy curiosa y placentera. Y las personas extrañas tienen la inmensa ventaja de que no te conocen de nada y de que, por tanto, no te ves obligada a dar la imagen de ti misma que ellos están esperando. Vamos, que me gusta ir a mi bola.
Este fin de semana (el de la inmaculada constitución) me he dado un garbeo por Biarritz. ¿Por qué no? ¿No iba la emperatriz Eugenia de Montijo? ¿No han hecho un hotel de superlujo en su famoso palacio? Pues allá voy yo de cabeza, no sé cómo no se me había ocurrido antes, con lo cerquita que está. El hotel se llama Hôtel du Palais, claro, y es una especie de monstruo francés parecido al Louvre pero en más macizo y con la playa debajo. Se entra por una verja impresionante vigilada por guardias de seguridad.
Yo ni me acerqué, por supuesto, que tengo aversión a los uniformes y además no estoy dispuesta a pagar el kitsch (ahora le llaman lujo) a precio de oro ruso. Lo mío son las pensiones de medio pelo con vistas al mar. El mar es el mismo que se ve desde el palacio de la Eugenia. Las pensiones francesas, por lo que he visto, tienen varias ventajas. La primera es que hablan todo en francés y, como no les entiendo mucho, pues me descansa las neuronas. La segunda es que tiene unos ventanales inmensos. La tercera es que hay poco ruido. La cuarta y última es que disponen de cocina, con todo lo que te ahorras en comidas. Se me ha olvidado decir que a estas pensiones los franceses las llaman “apartements”.
Pero lo que he venido a contar aquí no sucede en la cocina sino en el baño. Los baños franceses tienen varias peculiaridades de las que tan sólo mencionaré una: la ducha no tiene cortina ni nada que se le parezca. Resultado: dejas todo el suelo hecho una sopa o te duchas agachadita, en plan ridículo. Yo he probado los dos métodos, cada uno con sus escasas ventajas y sus múltiples inconvenientes, que no pasaré a relatar porque observo que en la pared hay un cartel muy curioso. Está en cuatro idiomas: francés, alemán, español e inglés. Observen la belleza de la traducción hispana:
Dice: “El cliente querido” en vez de “Querido cliente”. ¡Qué cosa más dulce y más bonita! Te sientes arropada, personalizada, cuidada, mimada, tratada con ese respeto y esa cercanía que tú te mereces. Muy bien, franceses, muy bien. Por cierto, en francés dicen: “Queridos clientes”. Bah, ni color.
Luego prosigue: “Por favor, se imagina cuantas toneladas de toallas son lavadas cada día insustancialmente en todos los hoteles del mundo”. Te piden que te imagines algo y te lo piden por favor, habrase visto mayor elegancia. Pero lo que te piden que te imagines es un poco difícil, a saber: cómo en todos los hoteles del mundo el personal se dedica a lavar toallas insustancialmente. ¡Menuda pandilla de ganorabakos! ¿No les enseñan nada en la escuela de hostelería? O sea que se dedican a coger toallas, ala, a lo loco, limpias, sucias, viejas, nuevas, qué más da, y se aprestan a limpiarlas de cualquier manera, no quiero ni imaginármelo, a lo mejor con los pies desnudos y sucios, como en la vendimia… ¡Qué horror! ¡Qué falta de seriedad la de los hosteleros mundiales! No sabía yo esto. La próxima vez me parece que me voy a traer el juego de toallas que acaban de ofertar en el Lidl. De todos modos agradezco la información y sigo leyendo.
“Por favor imagínese que la cantidad de polvo ser lavado así contamina nuestra agua”. Nos siguen pidiendo por favor que nos imaginemos cosas. Se agradece, pero en este caso se hace difícil. Parece ser que hay un polvo en cantidad respetable que se lava así (supongo que insustancialmente) y que, al ser lavado así, contamina nuestra agua. Esto entra un poco dentro de lo paranormal, porque el que laven el polvo ya tiene delito, pero que además lo laven sin ton ni son, pues todavía peor y que, para más inri, echen el resultado al agua, pues ya no te quiero ni contar. ¡Menuda porquería! Estoy por replantearme esto de ir a los hoteles. A lo mejor me compro una autocaravana. Pero bueno, a ver cómo acaba todo esto.
“POR FAVOR, DECIDA EN USTED Si Ud lanza toallas en la banera, las cambiaremos. Toallas sobre el toallero significa que Ud las reutilizara”. Pasemos por alto la falta de eñes y de acentos. Nos piden, siempre por favor pero esta vez con énfasis mayúsculo, que decidamos en nosotras mismas. Quieren que hagamos introspección. De acuerdo, nunca viene mal un poco de meditación. ¿Y qué tenemos que decidir en nosotras mismas? Nos dan dos opciones. Una, lanzar las toallas a la bañera. Esto me atrae bastante porque no se me había ocurrido, pero seguro que es muy divertido. Campeonato de lanzamiento de toallas a la bañera. ¿Tú cuantas has metido? Yo, dos. Yo, tres y un cacho. Pues a mí se me ha quedado una en el toallero. ¡Ah, qué casualidad, en el toallero! Como en la segunda opción: toallas sobre el toallero. O sea que o las lanzas y te las cambian, o las dejas en el toallero y las reutilizas. Yo prefiero lo segundo porque, aunque sea más aburrido, siempre tienes la toalla a mano para secarte, que es de lo que se trata, y no te las están cambiando todo el rato absurdamente, como un castigo por haberlas lanzado.
Y acabo con la despedida: “LA NUTURALEZA LE AGRADECE”. Ya sé que es un error, no soy tan tiquismiquis. Pero… ¿qué nos agradece esta naturaleza tan antropomórfica? ¿El que hayamos fallado el lanzamiento? ¿El que nos imaginemos a alguien lavando polvo insustancialmente? Estoy hecha un lío. Nutural.
No sé en qué pensión habrás estado, pero un apartamento en Francia es un apartamento en España, es decir, un piso pequeño, como los que tenemos en Otxarkoaga, preferiblemente para una o dos personas. En Francia abundan, mucho más que a este lado de la «muga», por aquello de que se independizan antes, tienden más a alquilar y, en general, las viviendas son más baratas.
En cuanto al tema de la traducción, es cierto que, puestos a traducirla deberían contratar un traductor y no usar tanto el Google. En cualquier caso es de valorar que intenten traducir al castellano en un país tan chovinista como Francia. Fíjate en cambio en los carteles que tenemos aquí en Bilbao: al inglés sí, pero apenas hay carteles traducidos al francés, y eso que son nuestros vecinos. Y ya cuando se escribe en uno de nuestros idiomas cooficiales (el euskera) la mayoría de los textos tienen más faltas de ortografía y gramaticales que la redacción de un niño de párbulo. Esto sí que tiene delito.
He estado en un apartamento turístico de la cadena Pierre et Vacances, que no tienen NADA que ver con los apartamentos en España. Están muy cuidados, son espaciosos y luminosos. Y además, fuera de temporada son MUY baratos (160 euros por tres días en un apartamento para 4 personas.
Las traducciones suelen ser espantosas en todas partes, cierto, llenas de faltas de ortografía, como si las hiciera un niño de párvulos.